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Toda la noche,
los pájaros han estado cantándome sus colores.

(No los colores
de sus alas matutinas con el fresco de los soles.

No los colores
de sus pechos vespertinos al rescoldo de los soles.

No los colores
de sus picos cotidianos, que se apagan por la noche,
como se corren
los colores conocidos de las hojas y las flores).

Otros colores,
el paraíso primero que perdió del todo el hombre.

El paraíso
que las flores y los pájaros inmensamente conocen.

Flores y pájaros
que van y vienen oliendo, volando por todo el orbe.

Otros colores,
el paraíso sin cambio que el hombre en sueños recorre.

Toda la noche,
los pájaros han estado cantándome los colores.

Otros colores
que tienen en otro mundo y que sacan por la noche.

Unos colores
que yo he visto bien despierto y que están yo sé bien
dónde.

Yo sé de dónde
los pájaros han venido a cantarme por la noche.

Yo sé de dónde,
pasando vientos y olas, a cantarme mis colores.
Toda la noche,
los pájaros han estado
cantándome sus colores.

(No los colores
de sus alas matutinas
con el fresco de los soles.

No los colores
de sus pechos vespertinos
al rescoldo de los soles.

No los colores
de sus picos cotidianos
que se apagan por la noche,
como se apagan
los colores conocidos
de las hojas y las flores).

Otros colores,
el paraíso primero
que perdió del todo el hombre,
el paraíso
que las flores y los pájaros
inmensamente conocen.

Flores y pájaros
que van y vienen oliendo
volando por todo el orbe.

Otros colores,
el paraíso sin cambio
que el hombre en sueños recorre.

Toda la noche,
los pájaros han estado
cantándome los colores.

Otros colores
que tienen en su otro mundo
y que sacan por la noche.

Unos colores
que he visto bien despierto
y que están yo sé bien dónde.

Yo sé de dónde
los pájaros han venido
a cantarme por la noche.

Yo sé de dónde
pasando vientos y olas,
a cantarme mis colores.
Vianny Sujo May 2016
Te he comparado con un golpe de suerte porque llegas sin avisar y eres una bonita casualidad; con la goma de mascar en un salón de clase porque te mantengo en secreto y te quiero en silencio. He llamado a tus manos una cornisa porque me aferro a ellas para no caer al acantilado; a tus labios les he dicho océano porque me provocas unas ganas inmensas de ahogarme.

Te llamo arte porque aún no te conozco del todo y cuando creo conocerte te encuentro más gamas de colores, porque siempre tendrás algo nuevo que enseñarme.  Voy a empezar a decir que eres mi mar muerto porque evitas que me ahogue y sé que nunca me hundiré cuando estoy contigo.

He hablado del color de tus ojos refiriendo al color de la tierra donde quiero echar raíces y yo ya he comparado al amor con las jacarandas porque haces que todos mis cimientos se estremezcan y que mi primavera quiera pintarse de colores bonitos. Soy alérgica a las flores pero podría aguantar este jardín tan bonito que estás haciendo crecer en mis pulmones y todas estas mariposas caníbales que me revolotean en el estomago.

Terminaré por compararte con la ciencia ficción y con la magia porque aún no me puedo creer que seas real; y sí, la magia existe, pero tú no puedes verla porque nunca te has visto los ojos brillar cuando hablas de algo que te gusta, ni reír a carcajadas hasta que sólo quede silencio y lagrimas de alegría en tus mejillas.

Me estoy proclamando funambulista porque estoy haciendo equilibrio en tus cuerdas vocales y en tu mirada que siempre tiende al infinito, pero ya no tengo miedo de caer porque me has enseñado que tengo unas alas muy grandes.

Verte es como desayunar jugo de naranja, la mejor forma de empezar el día, un agridulce "Te quiero". Eres esa cucharada de más en el café que nadie se atreve a pedir, pero que espera recibir. Eres esa canción que nunca salto en aleatorio y tengo que escuchar dos veces porque la primera no podía parar de sonreír. Eres la piedra más bonita con la que quise tropezar.

No sé si tengo una arritmia en el corazón o sólo es que ahora es más locomotora y menos órgano, corazón coraza, corazón correcaminos... Ojalá tú sepas escucharlo porque cuando estás cerca me grita en los oídos pero no es mi idioma, es el tuyo.

Ojalá ahora puedan entender que cuando hablo de ti hablo de esa mañana de sábado cuando puedes respirar y dejar la mente en blanco durante el desayuno; de esa canción de La Habitación Roja que suena cuando voy camino a casa y el trafico me hace pensar que estoy en el mundo ideal. Hablo de los días lluviosos y grises, de los libros de poesía, de los lapices de colores.

Ojalá algún día me entiendan que cuando hablo de ti sólo quiero hablar de ti y de lo bonito que es que te saquen una sonrisa cuando lo único que quieres hacer es llorar.
Piramidal, funesta de la tierra
nacida sombra, al cielo encaminaba
de vanos obeliscos ***** altiva,
escalar pretendiendo las estrellas;
si bien sus luces bellas
esemptas siempre, siempre rutilantes,
la tenebrosa guerra
que con negros vapores le intimaba
la vaporosa sombra fugitiva
burlaban tan distantes,
que su atezado ceño
al superior convexo aún no llegaba
del orbe de la diosa
que tres veces hermosa
con tres hermosos rostros ser ostenta;
quedando sólo dueño
del aire que empañaba
con el aliento denso que exhalaba.
Y en la quietud contenta
de impero silencioso,
sumisas sólo voces consentía
de las nocturnas aves
tan oscuras tan graves,
que aún el silencio no se interrumpía.
Con tardo vuelo, y canto, de él oído
mal, y aún peor del ánimo admitido,
la avergonzada Nictímene acecha
de las sagradas puertas los resquicios
o de las claraboyas eminentes
los huecos más propicios,
que capaz a su intento le abren la brecha,
y sacrílega llega a los lucientes
faroles sacros de perenne llama,
que extingue, sino inflama
en licor claro la materia crasa
consumiendo; que el árbol de Minerva
de su fruto, de prensas agravado,
congojoso sudó y rindió forzado.
Y aquellas que su casa
campo vieron volver, sus telas yerba,
a la deidad de Baco inobedientes
ya no historias contando diferentes,
en forma si afrentosa transformadas
segunda forman niebla,
ser vistas, aun temiendo en la tiniebla,
aves sin pluma aladas:
aquellas tres oficiosas, digo,
atrevidas hermanas,
que el tremendo castigo
de desnudas les dio pardas membranas
alas, tan mal dispuestas
que escarnio son aun de las más funestas:
éstas con el parlero
ministro de Plutón un tiempo, ahora
supersticioso indicio agorero,
solos la no canora
componían capilla pavorosa,
máximas negras, longas entonando
y pausas, más que voces, esperando
a la torpe mensura perezosa
de mayor proporción tal vez que el viento
con flemático echaba movimiento
de tan tardo compás, tan detenido,
que en medio se quedó tal vez dormido.
Este. pues, triste son intercadente
de la asombrosa turba temerosa,
menos a la atención solicitaba
que al suelo persuadía;
antes si, lentamente,
si su obtusa consonancia espaciosa
al sosiego inducía
y al reposo los miembros convidaba,
el silencio intimando a los vivientes,
uno y otro sellando labio obscuro
con indicante dedo, Harpócrates la noche silenciosa;
a cuyo, aunque no duro, si bien imperioso
precepto, todos fueron obedientes.
El viento sosegado, el can dormido:
éste yace, aquél quedo,
los átomos no mueve
con el susurro hacer temiendo leve,
aunque poco sacrílego ruido,
violador del silencio sosegado.
El mar, no ya alterado,
ni aún la instable mecía
cerúlea cuna donde el sol dormía;
y los dormidos siempre mudos peces,
en los lechos 1amosos
de sus obscuros senos cavernosos,
mudos eran dos veces.
Y entre ellos la engañosa encantadora
Almone, a los que antes
en peces transformó simples amantes,
transformada también vengaba ahora.
En los del monte senos escondidos
cóncavos de peñascos mal formados,
de su esperanza menos defendidos
que de su obscuridad asegurados,
cuya mansión sombría
ser puede noche en la mitad del día,
incógnita aún al cierto
montaraz pie del cazador experto,
depuesta la fiereza
de unos, y de otros el temor depuesto,
yacía el vulgo bruto,
a la naturaleza
el de su potestad vagando impuesto,
universal tributo.
Y el rey -que vigilancias afectaba-
aun con abiertos ojos no velaba.
El de sus mismos perros acosado,
monarca en otro tiempo esclarecido,
tímido ya venado,
con vigilante oído,
del sosegado ambiente,
al menor perceptible movimiento
que los átomos muda,
la oreja alterna aguda
y el leve rumor siente
que aun le altera dormido.
Y en 1a quietud del nido,
que de brozas y lodo instable hamaca
formó en la más opaca
parte del árbol, duerme recogida
la leve turba, descansando el viento
del que le corta alado movimiento.
De Júpiter el ave generosa
(como el fin reina) por no darse entera
al descanso, que vicio considera
si de preciso pasa, cuidadosa
de no incurrir de omisa en el exceso,
a un sólo pie librada fía el peso
y en otro guarda el cálculo pequeño,
despertador reloj del leve sueño,
porque si necesario fue admitido
no pueda dilatarse continuado,
antes interrumpido
del regio sea pastoral cuidado.
¡Oh de la majestad pensión gravosa,
que aun el menor descuido no perdona!
Causa quizá que ha hecho misteriosa,
circular denotando la corona
en círculo dorado,
que el afán es no menos continuado.
El sueño todo, en fin, lo poseía:
todo. en fin, el silencio lo ocupaba.
Aun el ladrón dormía:
aun el amante no se desvelaba:
el conticinio casi ya pasando
iba y la sombra dimidiaba, cuando
de las diurnas tareas fatigados
y no sólo oprimidos
del afán ponderosos
del corporal trabajo, más cansados
del deleite también; que también cansa
objeto continuado a 1os sentidos
aún siendo deleitoso;
que la naturaleza siempre alterna
ya una, ya otra balanza,
distribuyendo varios ejercicios,
ya al ocio, ya al trabajo destinados,
en el fiel infiel con que gobierna
la aparatosa máquina del mundo.
Así pues, del profundo
sueño dulce los miembros ocupados,
quedaron los sentidos
del que ejercicio tiene ordinario
trabajo, en fin, pero trabajo amado
-si hay amable trabajo-
si privados no, al menos suspendidos.
Y cediendo al retrato del contrario
de la vida que lentamente armado
cobarde embiste y vence perezoso
con armas soñolientas,
desde el cayado humilde al cetro altivo
sin que haya distintivo
que el sayal de la púrpura discierna;
pues su nivel, en todo poderoso,
gradúa por esemptas
a ningunas personas,
desde la de a quien tres forman coronas
soberana tiara
hasta la que pajiza vive choza;
desde la que el Danubio undoso dora,
a la que junco humilde, humilde mora;
y con siempre igual vara
(como, en efecto, imagen poderosa
de la muerte) Morfeo
el sayal mide igual con el brocado.
El alma, pues, suspensa
del exterior gobierno en que ocupada
en material empleo,
o bien o mal da el día por gastado,
solamente dispensa,
remota, si del todo separada
no, a los de muerte temporal opresos,
lánguidos miembros, sosegados huesos,
los gajes del calor vegetativo,
el cuerpo siendo, en sosegada calma,
un cadáver con alma,
muerto a la vida y a la muerte vivo,
de lo segundo dando tardas señas
el de reloj humano
vital volante que, sino con mano,
con arterial concierto, unas pequeñas
muestras, pulsando, manifiesta lento
de su bien regulado movimiento.
Este, pues, miembro rey y centro vivo
de espíritus vitales,
con su asociado respirante fuelle
pulmón, que imán del viento es atractivo,
que en movimientos nunca desiguales
o comprimiendo yo o ya dilatando
el musculoso, claro, arcaduz blando,
hace que en él resuelle
el que le circunscribe fresco ambiente
que impele ya caliente
y él venga su expulsión haciendo activo
pequeños robos al calor nativo,
algún tiempo llorados,
nunca recuperados,
si ahora no sentidos de su dueño,
que repetido no hay robo pequeño.
Estos, pues, de mayor, como ya digo,
excepción, uno y otro fiel testigo,
la vida aseguraban,
mientras con mudas voces impugnaban
la información, callados los sentidos
con no replicar sólo defendidos;
y la lengua, torpe, enmudecía,
con no poder hablar los desmentía;
y aquella del calor más competente
científica oficina
próvida de los miembros despensera,
que avara nunca v siempre diligente,
ni a la parte prefiere más vecina
ni olvida a la remota,
y, en ajustado natural cuadrante,
las cuantidades nota
que a cada cual tocarle considera,
del que alambicó quilo el incesante
calor en el manjar que medianero
piadoso entre él y el húmedo interpuso
su inocente substancia,
pagando por entero
la que ya piedad sea o ya arrogancia,
al contrario voraz necio la expuso
merecido castigo, aunque se excuse
al que en pendencia ajena se introduce.
Esta, pues, si no fragua de Vulcano,
templada hoguera del calor humano,
al cerebro enviaba
húmedos, mas tan claros los vapores
de los atemperados cuatro humores,
que con ellos no sólo empañaba
los simulacros que la estimativa
dio a la imaginativa,
y aquesta por custodia más segura
en forma ya más pura
entregó a la memoria que, oficiosa,
gravó tenaz y guarda cuidadosa
sino que daban a la fantasía
lugar de que formase
imágenes diversas y del modo
que en tersa superficie, que de faro
cristalino portento, asilo raro
fue en distancia longísima se veían,
(sin que ésta le estorbase)
del reino casi de Neptuno todo,
las que distantes le surcaban naves.
Viéndose claramente,
en su azogada luna,
el número, el tamaño y la fortuna
que en la instable campaña transparente
arriesgadas tenían,
mientras aguas y vientos dividían
sus velas leves y sus quillas graves,
así ella, sosegada, iba copiando
las imágenes todas de las cosas
y el pincel invisible iba formando
de mentales, sin luz, siempre vistosas
colores. las figuras,
no sólo ya de todas las criaturas
sublunares, mas aun también de aquellas
que intelectuales claras son estrellas
y en el modo posible
que concebirse puede lo invisible,
en sí mañosa las representaba
y al alma las mostraba.
La cual, en tanto, toda convertida
a su inmaterial ser y esencia bella,
aquella contemplaba,
participada de alto ser centella,
que con similitud en sí gozaba.
I juzgándose casi dividida
de aquella que impedida
siempre la tiene, corporal cadena
que grosera embaraza y torpe impide
el vuelo intelectual con que ya mide
la cuantidad inmensa de la esfera,
ya el curso considera
regular con que giran desiguales
los cuerpos celestiales;
culpa si grave, merecida pena,
torcedor del sosiego riguroso
de estudio vanamente juicioso;
puesta a su parecer, en la eminente
cumbre de un monte a quien el mismo Atlante
que preside gigante
a los demás, enano obedecía,
y Olimpo, cuya sosegada frente,
nunca de aura agitada
consintió ser violada,
aun falda suya ser no merecía,
pues las nubes que opaca son corona
de la más elevada corpulencia
del volcán más soberbio que en la tierra
gigante erguido intima al cielo guerra,
apenas densa zona
de su altiva eminencia
o a su vasta cintura
cíngulo tosco son, que mal ceñido
o el viento lo desata sacudido
o vecino el calor del sol, lo apura
a la región primera de su altura,
ínfima parte, digo, dividiendo
en tres su continuado cuerpo horrendo,
el rápido no pudo, el veloz vuelo
del águila -que puntas hace al cielo
y el sol bebe los rayos pretendiendo
entre sus luces colocar su nido-
llegar; bien que esforzando
mas que nunca el impulso, ya batiendo
las dos plumadas velas, ya peinando
con las garras el aire, ha pretendido
tejiendo de los átomos escalas
que su inmunidad rompan sus dos alas.
Las pirámides dos -ostentaciones
de Menfis vano y de la arquitectura
último esmero- si ya no pendones
fijos, no tremolantes, cuya altura
coronada de bárbaros trofeos,
tumba y bandera fue a los Ptolomeos,
que al viento, que a las nubes publicaba,
si ya también el cielo no decía
de su grande su siempre vencedora
ciudad -ya Cairo ahora-
las que, porque a su copia enmudecía
la fama no contaba
gitanas glorias, menéficas proezas,
aun en el viento, aun en el cielo impresas.
Estas que en nivelada simetría
su estatura crecía
con tal disminución, con arte tanto,
que cuánto más al cielo caminaba
a la vista que lince la miraba,
entre los vientos se desaparecía
sin permitir mirar la sutil *****
que al primer orbe finge que se junta
hasta que fatigada del espanto,
no descendida sino despeñada
se hallaba al pie de la espaciosa basa.
Tarde o mal recobrada
del desvanecimiento,
que pena fue no escasa
del visual alado atrevimiento,
cuyos cuerpos opacos
no al sol opuestos, antes avenidos
con sus luces, si no confederados
con él, como en efecto confiantes,
tan del todo bañados
de un resplandor eran, que lucidos,
nunca de calurosos caminantes
al fatigado aliento, a los pies flacos
ofrecieron alfombra,
aun de pequeña, aun de señal de sombra.
Estas que glorias ya sean de gitanas
o elaciones profanas,
bárbaros hieroglíficos de ciego
error, según el griego,
ciego también dulcísimo poeta,
si ya por las que escribe
aquileyas proezas
o marciales, de Ulises, sutilezas,
la unión no le recibe
de los historiadores o le acepta
cuando entre su catálogo le cuente,
que gloría más que número le aumente,
de cuya dulce serie numerosa
fuera más fácil cosa
al temido Jonante
el rayo fulminante
quitar o la pescada
a Alcídes clava herrada,
que un hemistiquio solo
-de los que le: dictó propicio Apolo-
según de Homero digo, la sentencia.
Las pirámides fueron materiales
tipos solos, señales exteriores
de las que dimensiones interiores
especies son del alma intencionales
que como sube en piramidal *****
al cielo la ambiciosa llama ardiente,
así la humana mente
su figura trasunta
y a la causa primera siempre aspira,
céntrico punto donde recta tira
la línea, si ya no circunferencia
que contiene infinita toda esencia.
Estos pues, montes dos artificiales,
bien maravillas, bien milagros sean,
y aun aquella blasfema altiva torre,
de quien hoy dolorosas son señales
no en piedras, sino en lenguas desiguales
porque voraz el tiempo no ]as borre,
los idiomas diversos que escasean
el sociable trato de las gentes
haciendo que parezcan diferentes
los que unos hizo la naturaleza,
de la lengua por solo la extrañeza; .
si fueran comparados
a la mental pirámide elevada,
donde, sin saber como colocada
el alma se miró, tan atrasados
se hallaran que cualquiera
graduara su cima por esfera,
pues su ambicioso anhelo,
haciendo cumbre de su propio vuelo,
en lo más eminente
la encumbró parte de su propia mente,
de sí tan remontada que creía
que a otra nueva región de sí salía.
En cuya casi elevación inmensa,
gozosa, mas suspensa,
suspensa, pero ufana
y atónita, aunque ufana la suprema
de lo sublunar reina soberana,
la vista perspicaz libre de antojos
de sus intelectuales y bellos ojos,
sin que distancia tema
ni de obstáculo opaco se recele,
de que interpuesto algún objeto cele,
libre tendió por todo lo criado,
cuyo inmenso agregado
cúmulo incomprehensible
aunque a la vista quiso manifiesto
dar señas de posible,
a la comprehensión no, que entorpecida
con la sobra de objetos y excedida
de la grandeza de ellos su potencia,
retrocedió cobarde,
tanto no del osado presupuesto
revocó la intención arrepentida,
la vista que intentó descomedida
en vano hacer alarde
contra objeto que excede en excelencia
las líneas visuales,
contra el sol, digo, cuerpo luminoso,
cuyos rayos castigo son fogoso,
de fuerzas desiguales
despreciando, castigan rayo a rayo
el confiado antes atrevido
y ya llorado ensayo,
necia experiencia que costosa tanto
fue que Icaro ya su propio llanto
lo anegó enternecido
como el entendimiento aquí vencido,
no menos de la inmensa muchedumbre
de tanta maquinosa pesadumbre
de diversas especies conglobado
esférico compuesto,
que de las cualidades
de cada cual cedió tan asombrado
que, entre la copia puesto,
pobre con ella en las neutralidades
de un mar de asombros, la elección confusa
equívoco las ondas zozobraba.
Y por mirarlo todo; nada veía,
ni discernir podía,
bota la facultad intelectiva
en tanta, tan difusa
incomprensible especie que miraba
desde el un eje en que librada estriba
la máquina voluble de la esfera,
el contrapuesto polo,
las partes ya no sólo,
que al universo todo considera
serle perfeccionantes
a su ornato no más pertenecientes;
mas ni aun las que ignorantes;
miembros son de su cuerpo dilatado,
proporcionadamente competentes.
Mas como al que ha usurpado
diuturna obscuridad de los objetos
visibles los colores
si súbitos le asaltan resplandores,
con la sombra de luz queda más ciego:
que el exceso contrarios hace efectos
en la torpe potencia, que la lumbre
del sol admitir luego
no puede por la falta de costumbre;
y a la tiniebla misma que antes era
tenebroso a la vista impedimento,
de los agravios de la luz apela
y una vez y otra con la mano cela
de los débiles ojos deslumbrados
los rayos vacilantes,
sirviendo va piadosa medianera
la sombra de instrumento
para que recobrados
por grados se habiliten,
porque después constantes
su operación más firme ejerciten.
Recurso natural, innata ciencia
que confirmada ya de la experiencia,
maestro quizá mudo,
retórico ejemplar inducir pudo
a uno y otro galeno
para que del mortífero veneno,
en bien proporcionadas cantidades,
escrupulosamente regulando
las ocultas nocivas cualidades,
ya por sobrado exceso
de cálidas o frías,
o ya por ignoradas simpatías
o antipatías con que van obrando
las causas naturales su progreso,
a la admiración dando, suspendida,
efecto cierto en causa no sabida,
con prolijo desvelo y remirada,
empírica
Brillo en luz de dia

Color Canela
Como la tierra donde trabajo
Casi Morado
Al hora de comer

Rojo como las Rosas
Que ofrecen sus oraciones
Al mundo cada manana
El color de mi vida
Cual regreso a la Tierra

Verde la Ignorancia de mis Creaturas
En tiempo
Ellos sacificaran de sus propios modos
No sera como yo
Pero lo haran

Azul el color del Sangre en este mundo
Igual el Ojo del Universo
Que nos observa

Café es mi piel
Por la luz de la Luna
***** mis Ojos y Pelo
Como el Obscuridad del Cielo

Blanca el Alma del Universo
Como las Gardenias
Con sus Oraciones de noche

Provecho Mundo

Toma de mi
Como tomo de ti

Y en tiempo
A ti
Me entregare
I shine in the light of day

Cinnamon like the land I work
Near Purple at midday meals
Red like the Roses
That offer their prayers to the world
Each morning
It is the color of the my life
That I return to the earth

Green the Ignorance
Of my creatures
Who in time will sacrifice
In their own right
I know not how or like I
But they will

Blue the color of this lands Blood
Just as the eye of the Universe
That observes us

Brown is my skin
Under the moon light
Black are my eyes & hair
Just as the obscurity of the sky

White is the spirit of the Universe
Like the Gardenias
Who give their prayers at night

Take advantage world

Drink of me
Like I of you
And in time
I will give myself

Back to you.
Invitación al llanto.  Esto es un llanto,
      ojos, sin fin, llorando,
escombrera adelante, por las ruinas
        de innumerables días.
Ruinas que esparce un cero -autor de nadas,
obra del hombre-, un cero, cuando estalla.
Cayó ciega.  La soltó,
la soltaron, a seis mil
metros de altura, a las cuatro.
¿Hay ojos que le distingan
a la Tierra sus primores
desde tan alto?
¿Mundo feliz? ¿Tramas, vidas,
que se tejen, se destejen,
mariposas, hombres, tigres,
amándose y desamándose?
No. Geometría.  Abstractos
colores sin habitantes,
embuste liso de atlas.
Cientos de dedos del viento
una tras otra pasaban
las hojas
-márgenes de nubes blancas-
de las tierras de la Tierra,
vuelta cuaderno de mapas.
Y a un mapa distante, ¿quién
le tiene lástima? Lástima
de una pompa de jabón
irisada, que se quiebra;
o en la arena de la playa
un crujido, un caracol
roto
sin querer, con la pisada. 
Pero esa altura tan alta
que ya no la quieren pájaros,
le ciega al querer su causa
con mil aires transparentes.
Invisibles se le vuelven
al mundo delgadas gracias:
La azucena y sus estambres,
colibríes y sus alas,
las venas que van y vienen,
en tierno azul dibujadas,
por un pecho de doncella.
¿Quién va a quererlas
si no se las ve de cerca?
Él hizo su obligación:
lo que desde veinte esferas
instrumentos ordenaban,
exactamente: soltarla
al momento justo.                                   Nada.
Al principio
no vio casi nada.  Una
mancha, creciendo despacio,
blanca, más blanca, ya cándida.
¿Arrebañados corderos?
¿Vedijas, copos de lana?
Eso sería...
¡Qué peso se le quitaba!
Eso sería: una imagen
que regresa.
Veinte años, atrás, un niño.
Él era un niño -allá atrás-
que en estíos campesinos
con los corderos jugaba
por el pastizal.  Carreras,
topadas, risas, caídas
de bruces sobre la grama,
tan reciente de rocío
que la alegría del mundo
al verse otra vez tan claro,
le refrescaba la cara.
Sí; esas blancuras de ahora,
allá abajo
en vellones dilatadas,
no pueden ser nada malo:
rebaños y más rebaños
serenísimos que pastan
en ancho mapa de tréboles.
Nada malo.  Ecos redondos
de aquella inocencia doble
veinte años atrás: infancia
triscando con el cordero
y retazos celestiales,
del sol niño con las nubes
que empuja, pastora, el alba.
 
Mientras,
detrás de tanta blancura
en la Tierra -no era mapa-
en donde el cero cayó,
el gran desastre empezaba.Muerto inicial y víctima primera:
lo que va a ser y expira en los umbrales
del ser. ¡Ahogado coro de inminencias!
Heráldicas palabras voladoras
-«¡pronto!», «¡en seguida!», «¡ya!»- nuncios de dichas
colman el aire, lo vuelven promesa.
Pero la anunciación jamás se cumple:
la que aguardaba el éxtasis, doncella,
se quedará en su orilla, para siempre
entre su cuerpo y Dios alma suspensa.
¡Qué de esparcidas ruinas de futuro
por todo alrededor, sin que se vean!
Primer beso de amantes incipientes.
¡Asombro! ¿Es obra humana tanto gozo?
¿Podrán los labios repetirlo?  Vuelan
hacia el segundo beso; más que beso,
claridad quieren, buscan la certeza
alegre de su don de hacer milagros
donde las bocas férvidas se encuentran.
¿ Por qué si ya los hálitos se juntan
los labios a posarse nunca llegan?
Tan al borde del beso, no se besan.
Obediente al ardor de un mediodía
la moza muerde ya la fruta nueva.
La boca anhela el más celado jugo;
del anhelo no pasa.  Se le niega
cuando el labio presiente su dulzura
la condensada dentro, primavera,
pulpas de mayo, azúcares de junio,
día a día sumados a la almendra.
Consumación feliz de tanta ruta,
último paso, amante, pie en el aire,
que trae amor adonde amor espera.
Tiembla Julieta de Romeos próximos,
ya abre el alma a Calixto, Melibea.
Pero el paso final no encuentra suelo.
¿Dónde, si se hunde el mundo en la tiniebla,
si ya es nada Verona, y si no hay huerto?
De imposibles se vuelve la pareja.
¿Y esa mano -¿de quién?-, la mano trunca
blanca, en el suelo, sin su brazo, huérfana,
que buscas en el rosal la única abierta,
y cuando ya la alcanza por el tallo
se desprende, dejándose a la rosa,
sin conocer los ojos de su dueña?
¡Cimeras alegrías tremolantes,
gozo inmediato, pasmo que se acerca:
la frase más difícil, la penúltima,
la que lleva, derecho, hasta el acierto,
perfección vislumbrada, nunca nuestra!
¡Imágenes que inclinan su hermosura
sobre espejos que nunca las reflejan!
¡Qué cadáver ingrávido: una mañana
que muere al filo de su aurora cierta!
Vísperas son capullos. Sí, de dichas;
sí, de tiempo, futuros en capullos.
¡Tan hermosas, las vísperas!
                                                          ¡Y muertas!¿Se puede hacer más daño, allí en la Tierra?
Polvo que se levanta de la ruina,
humo del sacrificio, vaho de escombros
dice que sí se puede.  Que hay más pena.
Vasto ayer que se queda sin presente,
vida inmolada en aparentes piedras.
¡Tanto afinar la gracia de los fustes
contra la selva tenebrosa alzados
de donde el miedo viene al alma, pánico!
Junto a un altar de azul, de ola y espuma,
el pensar y la piedra se desposan;
el mármol, que era blanco, es ya blancura.
Alborean columnas por el mundo,
ofreciéndole un orden a la aurora.
No terror, calma pura da este bosque,
de noble savia pórtico.
Vientos y vientos de dos mil otoños
con hojas de esta selva inmarcesible
quisieran aumentar sus hojarascas.
Rectos embisten, curvas les engañan.
Sin botín huyen. ¿Dónde está su fronda?
No pájaros, sus copas, procesiones
de doncellas mantienen en lo alto,
que atraviesan el tiempo, sin moverse.
Este espacio que no era más que espacio
a nadie dedicado, aire en vacío,
la lenta cantería lo redime
piedras poniendo, de oro, sobre piedras,
de aquella indiferencia sin plegaria.
Fiera luz, la del sumo mediodía,
claridad, toda hueca, de tan clara
va aprendiendo, ceñida entre altos muros
mansedumbres, dulzuras; ya es misterio.
Cantan coral callado las ojivas.
Flechas de alba cruzan por los santos
incorpóreos, no hieren, les traen vida
de colores.  La noche se la quita.
La bóveda, al cerrarse abre más cielo.
Y en la hermosura vasta de estos límites
siente el alma que nada la termina.
Tierra sin forma, pobre arcilla; ahora
el torno la conduce hasta su auge:
suave concavidad, nido de dioses.
Poseidón, Venus, Iris, sus siluetas
en su seno se posan.  A esta crátera
ojos, siempre sedientos, a abrevarse
vienen de agua de mito, inagotable.
Guarda la copa en este fondo oscuro
callado resplandor, eco de Olimpo.
Frágil materia es, mas se acomodan
los dioses, los eternos, en su círculo.
Y así, con lentitud que no descansa,
por las obras del hombre se hace el tiempo
profusión fabulosa.  Cuando rueda
el mundo, tesorero, va sumando
-en cada vuelta gana una hermosura-
a belleza de ayer, belleza inédita.
Sobre sus hombros gráciles las horas
dádivas imprevistas acarrean.
¿Vida?  Invención, hallazgo, lo que es
hoy a las cuatro, y a las tres no era.
Gozo de ver que si se marchan unas
trasponiendo la ceja de la tarde,
por el nocturno alcor otras se acercan.
Tiempo, fila de gracias que no cesa.
¡Qué alegría, saber que en cada hora
algo que está viniendo nos espera!
Ninguna ociosa, cada cual su don;
ninguna avara, todo nos lo entregan.
Por las manos que abren somos ricos
y en el regazo, Tierra, de este mundo
dejando van sin pausa
novísimos presentes: diferencias.
¿Flor?  Flores. ¡Qué sinfín de flores, flor!
Todo, en lo igual, distinto: primavera.
Cuando se ve la Tierra amanecerse
se siente más feliz.  La luz que llega
a estrecharle las obras que este día
la acrece su plural. ¡Es más diversa!El cero cae sobre ellas.
Ya no las veo, a las muchas,
las bellísimas, deshechas,
en esa desgarradora
unidad que las confunde,
en la nada, en la escombrera.
Por el escombro busco yo a mis muertos;
más me duele su ser tan invisibles.
Nadie los ve: lo que se ve son formas
truncas; prodigios eran, singulares,
que retornan, vencidos, a su piedra.
Muertos añosos, muertos a lo lejos,
cadáveres perdidos,
en ignorado osario perfecciona
la Tierra, lentamente, su esqueleto.
Su muerte fue hace mucho.  Esperanzada
en no morir, su muerte. Ánima dieron
a masas que yacían en canteras.
Muchas piedras llenaron de temblores.
Mineral que camina hacia la imagen,
misteriosa tibieza, ya corriendo
por las vetas del mármol,
cuando, curva tras curva, se le empuja
hacia su más, a ser pecho de ninfa.
Piedra que late así con un latido
de carne que no es suya, entra en el juego
-ruleta son las horas y los días-:
el jugarse a la nada, o a lo eterno
el caudal de sus formas confiado:
el alma de los hombres, sus autores.
Si es su bulto de carne fugitivo,
ella queda detrás, la salvadora
roca, hija de sus manos, fidelísima,
que acepta con marmóreo silencio
augusto compromiso: eternizarlos.
Menos morir, morir así: transbordo
de una carne terrena a bajel pétreo
que zarpa, sin más aire que le impulse
que un soplo, al expirar, último aliento.
Travesía que empieza, rumbo a siempre;
la brújula no sirve, hay otro norte
que no confía a mapas su secreto;
misteriosos pilotos invisibles,
desde tumbas los guían, mareantes
por aguja de fe, según luceros.
Balsa de dioses, ánfora.
Naves de salvación con un polícromo
velamen de vidrieras, y sus cuentos
mármol, que flota porque vista de Venus.
Naos prodigiosas, sin cesar hendiendo
inmóviles, con proas tajadoras
auroras y crepúsculos, espumas
del tumbo de los años; años, olas
por los siglos alzándose y rompiendo.
Peripecia suprema día y noche,
navegar tesonero
empujado por racha que no atregua:
negación del morir, ansia de vida,
dando sus velas, piedras, a los vientos.
Armadas extrañísimas de afanes,
galeras, no de vivos, no de muertos,
tripulaciones de querencias puras,
incansables remeros,
cada cual con su remo, lo que hizo,
soñando en recalar en la celeste
ensenada segura, la que está
detrás, salva, del tiempo.¡Y todos, ahora, todos,
qué naufragio total, en este escombro!
No tibios, no despedazados miembros
me piden compasión, desde la ruina:
de carne antigua voz antigua, oigo.
Desgarrada blancura, torso abierto,
aquí, a mis pies, informe.
Fue ninfa geométrica, columna.
El corazón que acaban de matarle,
Leucipo, pitagórico,
calculador de sueños, arquitecto,
de su pecho lo fue pasando a mármoles.
Y así, edad tras edad, en estas cándidas
hijas de su diseño
su vivir se salvó.  Todo invisible,
su pálpito y su fuego.
Y ellas abstractos bultos se fingían,
pura piedra, columnas sin misterio.
Más duelo, más allá: serafín trunco,
ángel a trozos, roto mensajero.
Quebrada en seis pedazos
sonrisa, que anunciaba, por el suelo.
Entre el polvo guedejas
de rubia piedra, pelo tan sedeño
que el sol se lo atusaba a cada aurora
con sus dedos primeros.
Alas yacen usadas a lo altísimo,
en barro acaba su plumaje célico.
(A estas plumas del ángel desalado
encomendó su vuelo
sobre los siglos el hermano Pablo,
dulce monje cantero).
Sigo escombro adelante, solo, solo.
Hollando voy los restos
de tantas perfecciones abolidas.
Años, siglos, por siglos acudieron
aquí, a posarse en ellas; rezumaban
arcillas o granitos,
linajes de humedad, frescor edénico.
No piso la materia; en su pedriza
piso al mayor dolor, tiempo deshecho.
Tiempo divino que llegó a ser tiempo
poco a poco, mañana tras su aurora,
mediodía camino de su véspero,
estío que se junta con otoño,
primaveras sumadas al invierno.
Años que nada saben de sus números,
llegándose, marchándose sin prisa,
sol que sale, sol puesto,
artificio diario, lenta rueda
que va subiendo al hombre hasta su cielo.
Piso añicos de tiempo.
Camino sobre anhelos hechos trizas,
sobre los días lentos
que le costó al cincel llegar al ángel;
sobre ardorosas noches,
con el ardor ardidas del desvelo
que en la alta madrugada da, por fin,
con el contorno exacto de su empeño...
Hollando voy las horas jubilares:
triunfo, toque final, remate, término
cuando ya, por constancia o por milagro,
obra se acaba que empezó proyecto.
Lo que era suma en un instante es polvo.
¡Qué derroche de siglos, un momento!
No se derrumban piedras, no, ni imágenes;
lo que se viene abajo es esa hueste
de tercos defensores de sus sueños.
Tropa que dio batalla a las milicias
mudas, sin rostro, de la nada; ejército
que matando a un olvido cada día
conquistó lentamente los milenios.
Se abre por fin la tumba a que escaparon;
les llega aquí la muerte de que huyeron.
Ya encontré mi cadáver, el que lloro.
Cadáver de los muertos que vivían
salvados de sus cuerpos pasajeros.
Un gran silencio en el vacío oscuro,
un gran polvo de obras, triste incienso,
canto inaudito, funeral sin nadie.
Yo sólo le recuerdo, al impalpable,
al NO dicho a la muerte, sostenido
contra tiempo y marea: ése es el muerto.
Soy la sombra que busca en la escombrera.
Con sus siete dolores cada una
mil soledades vienen a mi encuentro.
Hay un crucificado que agoniza
en desolado Gólgota de escombros,
de su cruz separado, cara al cielo.
Como no tiene cruz parece un hombre.
Pero aúlla un perro, un infinito perro
-inmenso aullar nocturno ¿desde dónde?-,
voz clamante entre ruinas por su Dueño.
Fa Be O Jan 2013
Cuando te acuerdas de mi,
¿en que color piensas?
de ti, me acuerdo
del verde,
así tu risa natural
y refrescante
y de la fortuna
de un trébol
que cada hoja trae
esperanza, fe, suerte y
amor…
y me acuerdo del azul,
la creatividad de la noche,
la eternidad del cielo,
lo profundo
de tu voz…
me acuerdo del coraje rojo,
de la atracción
de tus ojos a los míos,
de los deseos susurrados
y un beso…
y me acuerdo de un amarillo feliz,
el sol en tu piel,
alegres recuerdos,
y una canción…
El césped. Desde la tribuna es un tapete verde. Liso, regular,
aterciopelado, estimulante. Desde la tribuna quizá crean que,
con semejante alfombra, es imposible errar un gol y mucho menos errar
un pase. Los jugadores corren como sobre patines o como figuras de
ballet. Quien es derrumbado cae seguramente sobre un colchón de
plumas, y si se toma, doliéndose, un tobillo, es porque el gesto
forma parte de una pantomima mayor. Además, cobran mucho dinero
simplemente por divertirse, por abrazarse y treparse unos sobre otros
cuando el que queda bajo ese sudoroso conglomerado hizo el gol
decisivo. O no decisivo, es lo mismo. Lo bueno es treparse unos sobre
otros mientras los rivales regresan a sus puestos, taciturnos, amargos,
cabizbajos, cada uno con su barata soledad a cuestas. Desde la tribuna
es tan disfrutable el racimo humano de los vencedores como el drama
particular de cada vencido. Por supuesto, ciertos avispados
espectadores siempre saben cómo hacer la jugada maestra y no
acaban de explicarse, y sobre todo de explicarlo a sus vecinos, por
qué este o aquel jugador no logra hacerla. Y cuando el
árbitro sanciona el penal, el espectador avispado también
intuye hacia qué lado irá el tiro, y un segundo
después, cuando el balón brinca ya en las redes, no
alcanza a comprender cómo el golero no lo supo. O acaso
sí lo supo y con toda deliberación se arrojó al
otro palo, en un alarde de masoquismo o venalidad o estupidez
congénita. Desde la tribuna es tan fácil. Se conoce la
historia y la prehistoria. O sea que se poseen elementos suficientes
como para comparar la inexpugnable eficacia de aquel zaguero
olímpico con la torpeza del patadura actual, que no acierta
nunca y es esquivado una y mil veces. Recuerdo borroso de una
época en que había un centre-half y un centre-forward,
cada uno bien plantado en su comarca propia y capaz de distribuir el
juego en serio y no jugando a jugar, como ahora, ¿no? El
espectador veterano sabe que cuando el fútbol se
convirtió en balompié y la ball en pelota y el dribbling
en finta y el centre-half en volante y el centre-forward en alma en
pena, todo se vino abajo y ésa es la explicación de que
muchos lleven al estadio sus radios a transistores, ya que al menos
quienes relatan el partido ponen un poco de emoción en las
estupendas jugadas que imaginan. Bueno, para eso les pagan,
¿verdad? Para imaginar estupendas jugadas y está bien.
Por eso, cuando alguien ha hecho un gol y después de los abrazos
y pirámides humanas el juego se reanuda, el locutor
idóneo sigue colgado de la "o" de su gooooooool, que en realidad
es una jugada suya, subjetiva, personal, y no exactamente del delantero
que se limitó a empujar con la frente un centro que, entre todas
las otras, eligió su cabeza. Y cuando el locutor idóneo
llega por fin al desenlace de la "ele" final de su gooooooool privado,
ya el árbitro ha señalado un orsai que favorece,
¿por qué no?, al locatario.

Es bueno contemplar alguna vez la cancha desde aquí, desde lo
alto. Así al menos piensa Benjamín Ferrés,
veintitrés años, digamos delantero de un Club Chico,
alguien últimamente en alza según los cronistas
deportivos más estrictos, y que hoy, después de empatarle
al Club Grande y ducharse y cambiarse, no se fue del estadio con el
resto del equipo y prefirió quedarse a mirar, desde la tribuna
ya vacía (sólo quedan los cafeteros y heladeros y
vendedores de banderitas, que recogen sus bártulos o tal vez
hacen cuentas) aquel campo en el que estuvo corriendo durante noventa
minutos e incluso convirtió uno, el segundo, de los dos goles
que le otorgan al Club Chico eso que suele llamarse un punto de oro.
Sí, desde aquí arriba el césped es una alfombra,
casi un paño verde como el del casino, con la importante
diferencia de que allá los números son fijos,
permanentes, y aquí (él, por ejemplo, es el ocho) cambian
constantemente de lugar y además se repiten. A lo mejor con el
flaco Suárez (que lleva el once prendido en la espalda)
podrían ser una de las parejas negras. O no. Porque de ambos,
sólo el Flaco es oscurito.

Ahora se levanta un viento arisco y las gradas de cemento son
recorridas por vasos de plástico, hojas de diario, talones de
entradas, almohadillas, pelotas de papel. Remolinos casi fantasmales
dan la falsa impresión de que las gradas se mueven, giran,
bailotean, se sacuden por fin el sol de la tarde. Hay papeles que suben
las escaleras y otros que se precipitan al vacío. A
Benjamín (Benja, para la hinchada) le sube una bocanada de
desconsuelo, de extraña ansiedad al enfrentarse, ¿por
primera vez?, con la quimera de cemento en estado de pureza (o de
basura, que es casi lo mismo) y se le ocurre que el estadio
vacío, desolado, es como un esqueleto de multitud, un eco
fantasmal de esa misma muchedumbre cuando ruge o aplaude o insulta o
agita banderas. Se pregunta cómo se habrá visto su gol
desde aquí, desde esta tribuna generalmente ocupada por las
huestes del adversario. Para los de abajo en la tabla, el estadio
siempre es enemigo: miles y miles de voces que los acosan, los
persiguen, los hunden, porque generalmente el que juega aquí, el
permanente locatario, es uno de los Grandes, y los de abajo sólo
van al estadio cuando les toca enfrentarlos, y en esas ocasiones apenas
si acarrean, en el mejor de los casos, algunos cientos de
fanáticos del barrio, que, aunque se desgañitan y agitan
como locos su única y gastada bandera, en realidad no cuentan,
es imposible que tapen, desde su islote de alaridos, el gran rugido de
la hinchada mayor. Desde abajo se sabe que existen, claro, y eso es
bueno, y de vez en cuando, cuando se suspende el juego por
lesión o por cambio de jugadores, los del Club Chico van con la
mirada al encuentro de aquel rinconcito de tribuna donde su bandera
hace guiños en clave, señales secretas como las del
truco. Y ésta es la mejor anfetamina, porque los llena de
saludable euforia y además no aparece en los controles
antidopping.

Hoy empataron, no está mal, se dice Benja, el número
ocho. Y está mejor porque todos sus huesos están enteros,
a pesar de la alevosa zancadilla (esquivada sólo por
intuición) que le dedicaran en el toletole previo al primer gol,
dos segundos antes de que el Colorado empujara nuevamente la globa con
el empeine y la colocara, inalcanzable, junto al poste izquierdo.
Después de todo, la playa es mía. Desde hace quince
años la vengo adquiriendo en pequeñas cuotas. Cuotas de
sol y dunas. Todos esos prójimos, prójimas y projimitos
que se ven tendidos sobre las rocas o bajo las sombrillas o corriendo
tras una pelota de engañapichanga o jugando a la paleta en una
cancha marcada en la arena con líneas que al rato se borran,
todos esos otros, están en la playa gracias a que yo les permito
estar. Porque la playa es mía. Mío el horizonte con
toninas remotas y tres barquitos a vela. Míos los peces que
extraen mis pescadores con mis redes antiguas, remendadas. El aire
salitroso y los castillos de arena y las aguas vivas y las algas que ha
traído la penúltima ola. Todo es mío.
¿Qué sería de mí, el número ocho,
sin estas mañanas en que la playa me convence de que soy libre,
de que puedo abrazar esta roca, que es mi roca mujer o tal vez mi roca
madre, y estirarme sin otros límites que mi propio límite
o hasta que siento las tenazas del cangrejo barcino sobre mi dedo
gordo? Aquí soy número ocho sin llevarlo en la espalda.
Soy número ocho sencillamente porque es mi identidad. Un cura o
un teniente o un payaso no necesitan vestir sotana o uniforme o traje
de colores para ser cura o teniente o payaso. Soy número ocho
aunque no lo lleve dibujado en el lomo y aunque ningún botija se
arrime a pedirme autógrafos, porque sólo se piden
autógrafos a los de los Clubes Grandes. Y creo que siempre
seré de Club Chico, porque me gusta amargarles la fiesta, no a
los jugadores que después de todo son como nosotros, sólo
que con más suerte y más guita, ni siquiera a la hinchada
grande por más que nos insulte cuando hacemos un fau y festeje
ruidosamente cuando el otro nos propina un hachazo en la canilla. Me
gusta arruinarles la fiesta, sobre todo a los dirigentes, esos
industriales bien instalados en su cochazo, en su piso de la Rambla y
en su mondongo, señores cuya gimnasia sabatina o dominical
consiste en sentarse muy orondos, arriba en el palco oficial, y desde
ahí ver cómo allá abajo nos reventamos, nos
odiamos, nos derretimos en sudores, y cuando sus jugadores ganan,
condescienden a llegar al vestuario y a darles una palmadita en el
hombro, disimulando apenas el asco que les provoca aquella piel
todavía sudada, y en cambio, cuando sus jugadores pierden, se
van entonces directamente a su casa, esta vez por supuesto sin ocultar
el asco. En verdad, en verdad os digo que yo ignoro si hacen eso, pero
me lo imagino. Es decir, tengo que imaginarlo así, porque una
cosa son las instrucciones del entrenador, que por supuesto trato de
cumplir si no son demasiado absurdas, y otra cosa son las instrucciones
que yo me doy, verbigracia vamo vamo número ocho hay que aguarle
la fiesta a ese presidente cogotudo, jactancioso y mezquino, que viene
al estadio con sus tres o cuatro nenes que desde ya tienen caritas de
futuros presidentes cogotudos. Bueno, no sé ni siquiera si tiene
hijos, pero tengo que imaginarlo así porque soy el número
ocho, insustituible titular de un Club Chico y, ya que cobro poco,
tengo que inventarme recompensas compensatorias y de esas recompensas
inventadas la mejor es la posibilidad de aguarle la fiesta al cogotudo
presidente del Grande, a fin de que el lunes, cuando concurra a su
Banco o a su banca, pase también su vergüenza rica, su
vergüenza suntuosa, así como nosotros, los que andamos en
la segunda mitad de la tabla, sufrimos, cuando perdemos, nuestra
vergüenza pobre. Pero, claro, no es lo mismo, porque los Grandes
siempre tienen la obligación de ganar, y los Chicos, en cambio,
sólo tenemos la obligación de perder lo menos posible. Y
cuando no ganamos y volvemos al barrio, la gente no nos mira con
menosprecio sino con tristeza solidaria, en tanto que al presidente
cogotudo, cuando vuelve el lunes a su Banco o a su banca, la gente, si
bien a veces se atreve a decirle qué barbaridad doctor porque
ustedes merecieron ganar y además por varios goles, en realidad
está pensando te jodieron doctor qué salsa les dieron
esos petizos. Por eso a mí no me importa ser número ocho
titular y que no me pidan autógrafos aquí en la playa ni
en el cine ni en Dieciocho. Los partidos no se ganan con
autógrafos. Se ganan con goles y ésos los sé
hacer. Por ahora al menos. También es un consuelo que la playa
sea mía, y como mía pueda recorrerla descalzo, casi
desnudo, sintiendo el sol en la espalda y la brisa en los ojos, o
tendiéndome en las rocas pero de cara al mar, consciente de que
atrás dejo la ciudad que me espía o me protege,
según las horas y según mi ánimo, y adelante
está esa llanura líquida, infinita, que me lame, me
salpica, a veces me da vértigo y otras veces me brinda una
insólita paz, un extraño sosiego, tan extraño que
a veces me hace olvidar que soy número ocho.
Alejandra. Lo extraño había sido que Benja conociera sus
manos antes que su rostro, o mejor aún, que se enamorara de sus
manos antes que de su rostro. Él regresaba de San Pablo en un
vuelo de Pluna. El equipo se había trasladado para jugar dos
amistosos fuera de temporada, pero Benja sólo había
participado en el primero porque en una jugada tonta había
caído mal y el desgarramiento iba a necesitar por lo menos cinco
días de cuidado, así que el preparador físico
decidió mandarlo a Montevideo para que allí lo atendieran
mejor. De modo que volvía solo. A la media hora de vuelo se
levantó para ir al baño y cuando regresaba a su sitio
tuvo la impresión de ser mirado pero él no miró.
Simplemente se sentó y reinició la lectura de Agatha
Christie, que le proponía un enigma afilado, bienhumorado y
sutil como todos los suyos.

De pronto percibió que algo singular estaba ocurriendo. En el
respaldo que estaba frente a él apareció una mano de
mujer. Era una mano delgada, de dedos largos y finos, con uñas
cuidadas pero sin color. Una mano expresiva, o quizá que
expresaba algo, pero qué. A los dos o tres minutos hizo
irrupción la otra mano, que era complementaria pero no igual.
Cada mano tenía su carácter, aunque sin duda
compartían una inquietante identidad. Benja no pudo continuar su
lectura. Adiós enigma y adiós Agatha. Las manos se
movían con sobriedad, se rozaban a veces. Él
imaginó que lo llamaban sin llamarlo, que le contaban una
historia, que le ofrecían respuestas a interrogantes que
aún no había formulado; en fin, que querían ser
asidas. Y lo más preocupante era que él también
quería asirlas, con todos los riesgos que un acto así
podía implicar, verbigracia que la dueña de aquellas
manos llamara inmediatamente a la azafata, o se levantara, enfrentada a
su descaro, y le propinara una espléndida bofetada, con toda la
vergüenza, adicional y pública, que semejante castigo
podía provocar. Hasta llegó a concebir, como un destello,
un título, a sólo dos columnas (porque era número
ocho, pero sólo de un Club Chico): conocido futbolista uruguayo
abofeteado en pleno vuelo por dama que se defiende de agresión
******.

Y sin embargo las manos hablaban. Sutiles, seductoras,
finísimas, dialogaban uña a uña, yema a yema, como
creando una espera, construyendo una expectativa. Y cuando fue ordenado
el ajuste de los cinturones de seguridad, desaparecieron para cumplir
la orden, pero de inmediato volvieron a poblar el respaldo y con ello a
convocar la ansiedad del número ocho, que por fin decidió
jugarse el todo por el todo y asumir el riesgo del ridículo, el
escándalo y el titular a dos columnas que acabaran con su
carrera deportiva. De modo que, tomada la difícil
decisión y tras ajustarse también él el
cinturón, avanzó su propia mano hacia los dedos
cautivantes, que en aquel preciso momento estaban juntos. Notó
un leve temblor, pero las manos no se replegaron. La suya
prolongó aquel extraño contacto por unos segundos, luego
se retiró. Sólo entonces las otras manos desaparecieron,
pero no pasó nada. No hubo llamada a la azafata ni bofetada.
Él respiró y quedó a la espera. Cuando el
avión comenzaba el descenso, una de las manos apareció de
nuevo y traía un papel, más bien un papelito, doblado en
dos. Benja lo recogió y lo abrió lentamente. Conteniendo
la respiración, leyó: 912437.

Se sintió eufórico, casi como cuando hacía un gol
sobre la hora y la hinchada del barrio vitoreaba su nombre y él
alzaba discretamente un brazo, nada más que para comunicar que
recibía y apreciaba aquel apoyo colectivo, aquel afecto, pero
los compañeros sabían que a él no le gustaba toda
esa parafernalia de abrazos, besos y palmaditas en el trasero, algo que
se había vuelto habitual en todas las canchas del mundo.
Así que cuando metía un gol sólo le tocaban un
brazo o le hacían desde lejos un gesto solidario. Pero ahora,
con aquel prometedor 912437 en el bolsillo, descendió del
avión como de un podio olímpico y diez minutos
después pudo mirar discretamente hacia la dueña de las
manos, que en ese instante abría su valija frente al funcionario
aduanero, y Benja comprobó que el rostro no desmerecía la
belleza y la seducción de las manos que lo habían enamorado.
Benja y Martín se encontraron como siempre en la pizzería
del sordo Bellini. Desde que ambos integraran el cuadrito juvenil de La
Estrella habían cultivado una amistad a prueba de balas y
también de codazos y zancadillas. Benja jugaba entonces de
zaguero y sin embargo había terminado en número ocho.
Martín, que en la adolescencia fuera puntero derecho, más
tarde (a raíz de una sustitución de emergencia, tras
lesiones sucesivas y en el mismo partido del golero titular y del
suplente) se había afincado y afirmado en el arco y hoy era uno
de los guardametas más cotizados y confiables de Primera A.

El sordo Bellini disfrutaba plenamente con la presencia de los dos
futbolistas. Él, que normalmente no atendía las mesas
sino que se instalaba en la caja con su gorra de capitán de
barco, cuando Martín y Benja aparecían, solos o
acompañados, de inmediato se arrimaba solícito a dejarles
el menú, a recoger los pedidos, a recomendarles tal o cual plato
y sobre todo a comentar las jugadas más notables o más
polémicas del último domingo.

Era algo así como el fan particular de Benja y Martín y
su caballito de batalla era hacerles bromas c
Cuando se hallaba el mundo a punto
de que el prodigio sucediese.
Cuando las horas esperaban
que unas manos las exprimiesen.
Cuando las ramas opulentas
daban su sombra a nuestras frentes.
Cuando en el mundo se morían
todos los tristes y los débiles.
Cuando el soñar, el sentir hondo,
cuando el beber ávidamente
la luz, la brisa, el agua, el aire,
eran primero que la muerte.
Cuando las tardes solitarias,
cuando los árboles más verdes,
cuando las conchas de colores
a nuestras madres sonrientes,
a nuestras novias de ojos grises
como la escama de los peces.
Cuando eran pena y alegría
nuestros amables timoneles
y no existía otro paisaje
que el que alzaba su luna enfrente:
mundo que abría cada día
sus lejanías, frutalmente.

(¿Eras así, tan sin palabras
Primaverales que te expresen?
¿Tan de elementos terrenales:
arena, piedra, hierba, nieve?
¿Nombres de tiempos, de lugares
deshojados diariamente:
Piélagos, Hoces, Montes Claros,
octubre, enero, abril, noviembre?)

Yo no te pinto otros colores
que los colores que tú tienes.
¿Eras así, mi paraíso,
rumor del agua cuando llueve,
hacha que hiere la madera,
fuego que incendia la hoja verde?

Yo no me acuerdo ya de aquello.
Un día tuve que perderte.
Cuando se hallaba el mundo a punto
de que el prodigio sucediese,
Cuando tenía cada instante
un ritmo nuevo y diferente
cada estación sus ubres llenas,
rebosantes de blanca leche...
Veo luces , luces blancas
que se disipan a lo lejos
son como un recuerdo
de algo perdido en el pasado.

Son las luciérnagas en tus ojos
es un sueño en la eternidad
sigo viendo destellos
reflejados en el cristal.

Veo luces en el horizonte
son de la gran ciudad
he despertado en soledad.

Son lejanas, son frias
son las luces del alma
se las ha llevado el viento
como hojas en el suelo.

La luz en mi pecho
es parpadeante
mientras mi cuerpo tirita
en ausencia de tu amor.

El interruptor sigue puesto en ON
pero las luces no responden a la acción.

Luces, luces en mi mente
se pagan y se encienden
son de colores
colores frios
son los colores de tu ayer.
mike Mar 2015
sometimes the only
music dancing culture food women
is the spanish.
atuknantu Nov 2014
Fue bueno verte
recordar el sentido de todo esto que llevo
solo cuando te tengo al frente puedo entenderlo
el resto del tiempo es solo
pensar, extrañarte, racionalizar

el instante en que puedo sentir tus labios
tu piel
tu cuerpo
no puedo describirlo
llámalo como quieras
pero recorrería el mundo entero y viviría mil vidas mas
solo para poder sentirlo de nuevo

Cielo
somos algo de otro mundo

pero en todo esto no caben dudas
ni miedos
ni incertidumbre ni inseguridad
y no me entiendas mal

pero es algo difícil despertar cuando
nos une un camino duro
un abismo que cruzar
y una linea muy delgada sobre la cual caminar

ayer después de que te fuiste subí a la montaña
estaba desconsolado
vacío
extraño
lleno de conflictos, de ruido, de venenos

te encontré en nuevo lugar
en los colores
en el aire ligero
en ese cielo que era como un mar *****
lleno de luces
embarcaciones con destinos venideros
caminos, contornos
como posibilidades
historias que vivimos o viviremos
puertos que nos esperan
personas que fuimos y que seremos

ese frío que sentía no estaba ahí de verdad
era solo tu ausencia
era solo miedo de despertar
de tu despertar
porque por un momento estuve convencido
de estar dentro de tu sueño
de sentir como tus ojos se cierran
y de estar navegando sobre ese mar

mientras tus manos dibujan los rasgos
de esa pintura,
la misma que tus ojos reflejan
sigo de pie en esa montaña
sobre nubes y abismos
sigo sintiendo frío
perdido entre esos caminos
esperando el día en que aparezcas de nuevo
sin dudas
sin incertidumbre
sin miedo
y yo pueda al fin cerrar los ojos
y compartir el sueño
dibujar tus rasgos
tomar tu mano
y contemplar
en esa misma montaña
como esa noche se vuelve día
como el azul inunda el cielo
y el frío es vencido
y la muerte es vencida
y el reflejo de nuestros ojos
no sea mas una pintura incompleta
sino una vida entera de sueños, mares, montañas abismos y colores
Paulette Mayoral Sep 2020
En medio de la sala. Sobre el piso de madera. Entre la calidez del momento.
Un racimo de flores le da vida a la mesa en la que reposa.
El silencio es un fantasma que posee la casa.
Y han tocado le puerta.
Me sonríe. Se invita a pasar. Se invita a quedar.
Los colores de las flores bailan alrededor de mí. El silencio se ha marchado.
El sol es más brillante. El sol entra por todos lados. El sol es más alegre. El sol ha llegado.
Se invita a marchar.
Los cristales se quiebran. El viento destruye. La casa se inunda. El sol se ha ido.
Los colores están exhaustos. Se han detenido a descansar.
Y yo. Yo tengo que limpiar.
En medio de la sala. Sobre el piso de madera. Entre la calidez del momento.
Y han tocado la puerta. O tal vez yo he tocado la puerta.
Me sonríe. Le invito a pasar.
Habla el idioma de una tierra lejana.
Los colores han aprendido una nueva coreografía. Les he dicho que se detengan, pero están entusiasmados. Corren. Juegan. Bailan.
Es primavera.
El sol brilla. El sol sonríe. El sol ha regresado.
El verde olivo se une a la danza de los colores.
Se invita a marchar. O tal vez yo lo hice.
La luz prepara su discurso de despedida. La brisa se vuelve huracán. Las ventanas colapsan. Las cortinas se sacuden. La casa se inunda.
Tengo que limpiar.
En medio de la sala. Sobre el piso de madera. Entre la calidez del momento.
El silencio regresa como si hubiese sido invocado. Recorre las habitaciones. Escucho la ausencia del sonido subir las escaleras.
No sé qué busca. Le invito a pasar las tardes y las noches conmigo. En la calidez del momento.
Y han tocado la puerta.
Esta vez sin respuesta.
El azul estaba inmovilizado entre el rojo y el *****.
El viento iba y venía por la página del llano,
encendía pequeñas fogatas, se revolcaba en la ceniza,
salía con la cara tiznada gritando por las esquinas,
el viento iba y venía abriendo y cerrando puertas y ventanas,
iba y venía por los crepusculares corredores del cráneo,
el viento con mala letra y las manos manchadas de tinta
escribía y borraba lo que había escrito sobre la pared del día.
El sol no era sino el presentimiento del color amarillo,
una insinuación de plumas, el grito futuro del gallo.
La nieve se había extraviado, el mar había perdido el habla,
era un rumor errante, unas vocales en busca de una palabra.

El azul estaba inmovilizado, nadie lo miraba, nadie lo oía:
el rojo era un ciego, el ***** un sordomudo.
El viento iba y venía preguntando ¿por dónde anda Joan Miró?
Estaba ahí desde el principio pero el viento no lo veía:
inmovilizado entre el azul y el rojo, el ***** y el amarillo,
Miró era una mirada transparente, una mirada de siete manos.
Siete manos en forma de orjeas para oír a los siete colores,
siete manos en forma de pies para subir los siete escalones del arco iris,
siete manos en forma de raíces para estar en todas partes y a la vez en Barcelona.

Miró era una mirada de siete manos.
Con la primera mano golpeaba el tambor de la luna,
con la segunda sembraba pájaros en el jardín del viento,
con la tercera agitaba el cubilete de las constelaciones,
con la cuarta escribía la leyenda de los siglos de los caracoles,
con la quinta plantaba islas en el pecho del verde,
con la sexta hacía una mujer mezclando noche y agua, música y electricidad,
con la séptima borraba todo lo que había hecho y comenzaba de nuevo.

El rojo abrió los ojos, el ***** dijo algo incomprensible y el azul se levantó.
Ninguno de los tres podía creer lo que veía:
¿eran ocho gavilanes o eran ocho paraguas?
Los ocho abrieron las alas, se echaron a volar y desaparecieron por un vidrio roto.

Miró empezó a quemar sus telas.
Ardían los leones y las arañas, las mujeres y las estrellas,
el cielo se pobló de triángulos, esferas, discos, hexaedros en llamas,
el fuego consumió enteramente a la granjera planetaria plantada en el centro del espacio,
del montón de cenizas brotaron mariposas, peces voladores, roncos fonógrafos,
pero entre los agujeros de los cuadros chamuscados
volvían el espacio azul y la raya de la golondrina, el follaje de nubes y el bastón florido:
era la primavera que insistía, insistía con ademanes verdes.
Ante tanta obstinación luminosa Miró se rascó la cabeza con su quinta mano,
murmurando para sí mismo: Trabajo como un jardinero.

¿Jardín de piedras o de barcas? ¿Jardín de poleas o de bailarinas?
El azul, el ***** y el rojo corrían por los prados,
las estrellas andaban desnudas pero las friolentas colinas se habían metido debajo de las sábanas,
había volcanes portátiles y fuegos de artificio a domicilio.
Las dos señoritas que guardan la entrada a la puerta de las percepciones, Geometría y Perspectiva,
se habían ido a tomar el fresco del brazo de Miró, cantando Une étoile caresse le sein d'une négresse.

El viento dio la vuelta a la página del llano, alzó la cara y dijo, ¿Pero dónde anda Joan Miró?
Estaba ahí desde el principio y el viento no lo veía:
Miró era una mirada transparente por donde entraban y salían atareados abecedarios.

No eran letras las que entraban y salían por los túneles del ojo:
eran cosas vivas que se juntaban y se dividían, se abrazaban y se mordían y se dispersaban,
corrían por toda la página en hileras animadas y multicolores, tenían cuernos y rabos,
unas estaban cubiertas de escamas, otras de plumas, otras andaban en cueros,
y las palabras que formaban eran palpables, audibles y comestibles  pero impronunciables:
no eran letras sino sensaciones, no eran sensaciones sino Transfiguraciones.

¿Y todo esto para qué? Para trazar una línea en la celda de un solitario,
para iluminar con un girasol la cabeza de luna del campesino,
para recibir a la noche que viene con personajes azules y pájaros de fiesta,
para saludar a la muerte con una salva de geranios,
para decirle buenos días al día que llega sin jamás preguntarle de dónde viene y adónde va,
para recordar que la cascada es una muchacha que baja las escaleras muerta de risa,
para ver al sol y a sus planetas meciéndose en el trapecio del horizontes,
para aprender a mirar y para que las cosas nos miren y entren y salgan por nuestras miradas,
abecedarios vivientes que echan raíces, suben, florecen, estallan, vuelan, se disipan, caen.

Las miradas son semillas, mirar es sembrar, Miró trabaja como un jardinero
y con sus siete manos traza incansable -círculo y rabo, ¡oh! y ¡ah!-
la gran exclamación con que todos los días comienza el mundo.
Natalia Rivera Apr 2015
El otro día estaba limpiando la vieja casa en donde crecí cuando era pequeña,  mis padres iban a venderla y necesitaban un poco de ayuda así que accedí. Quise limpiar mi habitación, y al decir limpiar hablaba de quitarle el polvo a los estantes y pasar una escoba. Al entrar la luz del sol entraba por la ventana, dejando todo el polvo que había al descubierto, mis estantes tenían una que otra pieza de porcelana, bailarinas y algunas fotos viejas. Le di la vuelta al cuarto hasta llegar al armario el que se suponía que estuviera vacío, se suponía. Habían dos cajas grandes una al lado de la otra, viejas y dañadas por la humedad; las tome y abrí una de ellas, frente a mi estaban cinco años de mi vida, guardadas todo este tiempo. Fotos, cartas, postales, discos, joyería, las sacaba una por una rápidamente preguntándome que hacían allí, quien las había puesto allí, desde cuando estaban allí. Limpie todo de prisa, le avise a mi madre que me iba y tome las cajas, me dirigía a mi apartamento.

Llegando tome un baño, me serví una cerveza y puse una de las cajas encima de la cama. Me tome el tiempo de ver cada una de las fotos; algunas eran mías usando algún traje espantoso, otras de amigos y familia. Reí leyendo las cartas que tenía y escogí la joyería que aun quería conservar. Fui a levantar la otra caja para ver que había dentro y era algo pesada, demasiado para ser ropa o chucherías como lo que contenía la otra. Grandes, pequeños, de todos los colores, carpeta dura y blanda, ahí estaba una colección inmensa de libros que había perdido. Mis libros. Las interrogantes que tuve en la casa volvieron, decidí abrir uno de ellos al azar. Era color verde y tenía algunos garabatos en la portada, “Poemas y Relatos” el mundo se había congelado. Tenía en mi mano uno de mis diarios de hace cinco, casi seis años atrás. Supe que esa noche, tendría de visitante a las lágrimas que hacen varias semanas no aparecían; pasaba las páginas y leí los poemas, las historias, las frases, hasta que en una de las paginas había algo que me llamo la atención. Era un fragmento de algún día.


“5 de junio de 2010

He pasado el verano cuidado a una pequeña, y esta casa es inmensa. Pero me reconforta el saber que en algún momento mi teléfono sonará mi teléfono y será un mensaje de él. Un como estas, que hiciste en el día, estuve esquiando, hace demasiado frio por acá, has comido algo. Me gusta mucho, me ha dicho te amo unas cuantas veces y mi corazón se va elevando con la rapidez que se acaba un suspiro. Blanco como la arena, sus ojos azules como el mar, hermosos, al igual que su sonrisa. Era inevitable no sonreír luego de verlo. Carismático, sarcástico y simpático; inteligente y cariñoso. Es como un ángel, el cual me  trae estúpida e imbécil. Enamorada me trae.


                                                         ­                                                        NARR”


No necesitaba saber el nombre, sabia para quien era aquello. Mucho tiempo había pasado desde que tuve la última conversación con él, pero así era. Como las estrellas fugaces, aparecen cuando quieren y así era él. Los sentimientos me invadían y quise con todas mis fuerzas saber porque se había ido, porque me había abandonado. Así que me asome a la ventana y susurre su nombre, como parte de un hechizo o un ritual.
-Llegue. Me volteé y ahí estaba. Parado frente a mí con sus enormes ojos azules. Me quede paralizada y solo pude decir “llegaste”.
-Oh valla. Demasiado tiempo para solo eso ¿no crees? Repentino silencio, pero luego comenzó a preguntarme que había hecho y como me iba. Hablamos de todo un poco, de las que todos hablan hasta que comenzó
-Hace algunos años atrás tuve un accidente y estuve en coma. Al despertar no recordaba caras, personas, amigos, sucesos. Pero me acorde de ti. No recuerdo exactamente como nos conocimos y porque hemos dejado de hablar, pero me acuerdo de ti.
La sangre la sentía correr fría, el corazón me iba a estallar. El seguía parado junto a mí y yo sentada en la ventana. Cuando finalmente pude hablar le dije
-Siempre me has acordado ese verano. En su mirada que no sabía de qué hablaba así que le mostré lo que había escrito en la libreta.
- Así que, ¿nos gustábamos?
-Al menos yo de ti me enamore, y llegaste a decirme unas cuantas veces un te amo. Perdimos comunicación porque jamás fui suficiente para ti, así que decidí dejar de intentarlo. Poco después supe que tenías pareja, hablamos por última vez y luego desapareciste.
- Lo supuse cuando después de todo me acordaba de tu nombre; eres mi único recuerdo de ese verano. “ángel” susurro casi tan bajo que apenas pude escucharlo. Sonreí y él lo hizo también. Se sentó al lado mío y dejo que descansara mi cabeza en su hombro. Pude sentir su olor, apreciarlo más, ver que aquel rostro de niño había evolucionado. Al lado mío estaba un viejo amor, un viejo amigo, al cual su corazón le pertenecía a alguien más igual que el mío. Pero mi corazón me pedía gritos unas últimas palabras así que le pregunte.
-¿Alguna vez me extrañas?

El me dio un beso en la frente y también recostó su cabeza en la mía, la brisa soplo y yo sonreí.
Para J.M
novedad de hoy y ruina de pasado mañana, enterrda y resucitada cada día,
  convivida en calles, plazas, autobuses, taxis, cines, teatros, bares, hoteles, palomares, catacumbas,
    la ciudad enorme que cabe en un cuarto de tres metros cuadrados inacabable como una galaxia,
    la ciudad que nos sueña a todos y que todos hacemos y deshacemos y rehacemos mientras soñamos,
    la ciudad que todos soñamos y que cambia sin cesar mientras la soñamos,
    la ciudad que despierta cada cien años y se mira en el espejo de una palabra y no se reconoce y otra vez se echa a dormir,
    la ciudad que brota de los párpados de la mujer que duerme a mi lado y se convierte,
    con sus monumentos y sus estatuas, sus historias y sus leyendas,
    en un manantial hecho de muchos ojos y cada ojo refleja el mismo paisaje detenido,
    antes de las escuelas y las prisiones, los alfabetos y los números, el altar y la ley:
    el río que es cuatro ríos, el huerto, el árbol, la Varona y el  Varón vestido de viento
    -volver, volver, ser otra vez arcilla, bañarse en esa luz, dormir bajo esas luminarias,
    flotar sobre las aguas del tiempo como la hoja llameante del arce que arrastra la corriente,
    volver, ¿estamos dormidos o despiertos?, estamos, nada más estamos, amanece, es temprano,
    estamos en la ciudad, no podemos salir de ella sin caer en  otra, idéntica aunque sea distinta,
    hablo de la ciudad inmensa, realidad diaria hecha de dos palabras: los otros,
    y en cada uno de ellos hay un yo cercenado de un nosotros, un yo a la deriva,
    hablo de la ciudad construida por los muertos, habitada por sus tercos fantasmas, regida por su despótica memoria,
    la ciudad con la que hablo cuando no hablo con nadie y que ahora me dicta estas palabras insomnes,
    hablo de las torres, los puentes, los subterráneos, los hangares, maravillas y desastres,
    El estado abstracto y sus policías concretos, sus pedagogos, sus carceleros, sus predicadores,
    las tiendas en donde hay de todo y gastamos todo y todo se vuelve humo,
    los mercados y sus pirámides de frutos, rotación de las cuatro estaciones, las reses en canal colgando
de los garfios, las colinas de especias y las torres de frascos y conservas,
    todos los sabores y los colores, todos los olores y todas las materias, la marea de las voces -agua, metal, madera, barro-, el trajín, el regateo y el trapicheo desde el comienzo de los días,
    hablo de los edificios de cantería y de mármol, de cemento, vidrio, hierro, del gentío en los vestíbulos y portales, de los elevadores que suben y bajan como el mercurio en los termómetros,
    de los bancos y sus consejos de administración, de las fábricas y sus gerentes, de los obreros y sus máquinas incestuosas,
    hablo del desfile inmemorial de la prostitución por calles largas como el deseo y como el aburrimiento,
    del ir y venir de los autos, espejo de nuestros afanes, quehaceres y pasiones (¿por qué, para qué, hacia dónde?),
    de los hospitales siempre repletos y en los que siempre morimos solos,
    hablo de la penumbra de ciertas iglesias y de las llamas titubeantes de los cirios en los altares,
    tímidas lenguas con las que los desamparados hablan con los santos y con las vírgenes en un lenguaje ardiente y entrecortado,
    hablo de la cena bajo la luz tuerta en la mesa coja y los platos desportillados,
    de las tribus inocentes que acampan en los baldíos con sus mujeres y sus hijos, sus animales y sus espectros,
    de las ratas en el albañal y de los gorriones valientes que anidan en los alambres, en las cornisas y en los árboles martirizados,
    de los gatos contemplativos y de sus novelas libertinas a la luz de la luna, diosa cruel de las azoteas,
    de los perros errabundos, que son nuestros franciscanos y nuestros bhikkus, los perros que desentierran los huesos del sol,
    hablo del anacoreta y de la fraternidad de los libertarios, de la conjura de los justicieros y de la banda de los ladrones,
    de la conspiración de los iguales y de la sociedad de amigos del Crimen, del club de los suicidas y de Jack el Destripador,
    del Amigo de los Hombres, afilador de la guillotina, y de César, Delicia del Género Humano,
    hablo del barrio paralítico, el muro llagado, la fuente seca, la estatua pintarrajeada,
    hablo de los basureros del tamaño de una montaña y del sol taciturno que se filtra en el polumo,
    de los vidrios rotos y del desierto de chatarra, del crimen de anoche y del banquete del inmortal Trimalción,
    de la luna entre las antenas de la televisión y de una mariposa sobre un bote de inmundicias,
    hablo de madrugadas como vuelo de garzas en la laguna y del sol de alas transparentes que se posa en los follajes de piedra de las iglesias y del gorjeo de la luz en los tallos de vidrio de los palacios,
    hablo de algunos atardeceres al comienzo del otoño, cascadas de oro incorpóreo, transfiguración de este mundo, todo pierde cuerpo, todo se queda suspenso,
    la luz piensa y cada uno de nosotros se siente pensado por esa luz reflexiva, durante un largo instante el tiempo se disipa, somos aire otra vez,
    hablo del verano y de la noche pausada que crece en el horizonte como un monte de humo que poco a poco se desmorona y cae sobre nosotros como una ola,
    reconciliación de los elementos, la noche se ha tendido y su cuerpo es un río poderoso de pronto dormido, nos mecemos en el oleaje de su respiración, la hora es palpable, la podemos tocar como un fruto,
    han encendido las luces, arden las avenidas con el fulgor del deseo, en los parques la luz eléctrica atraviesa los follajes y cae sobre nosotros una llovizna verde y fosforescente que nos ilumina sin mojarnos, los árboles murmuran, nos dicen algo,
    hay calles en penumbra que son una insinuación sonriente, no sabemos adónde van, tal vez al embarcadero de las islas perdidas,
    hablo de las estrellas sobre las altas terrazas y de las frases indescifrables que escriben en la piedra del cielo,
    hablo del chubasco rápido que azota los vidrios y humilla las arboledad, duró veinticinco minutos y ahora allá arriba hay agujeros azules y chorros de luz, el vapor sube del asfalto, los coches relucen, hay charcos donde navegan barcos de reflejos,
    hablo de nubes nómadas y de una música delgada que ilumina una habitación en un quinto piso y de un rumor de risas en mitad de la noche como agua remota que fluye entre raíces y yerbas,
    hablo del encuentro esperado con esa forma inesperada en la que encarna lo desconocido y se manifiesta a cada uno:
    ojos que son la noche que se entreabre y el día que despierta, el mar que se tiende y la llama que habla, pechos valientes: marea lunar,
    labios que dicen sésamo y el tiempo se abra y el pequeño cuarto se vuelve jardín de metamorfosis y el aire y el fuego se enlazan, la tierra y el agua se confunden,
    o es el advenimiento del instante en que allá, en aquel otro lado que es aquí mismo, la llave se cierra y el tiempo cesa de manar;
    instante del hasta aquí, fin del hipo, del quejido y del ansia, el alma pierde cuerpo y se desploma por un agujero del piso, cae en sí misma, el tiempo se ha desfondado, caminamos por un corredor sin fin, jadeamos en un arenal,
    ¿esa música se aleja o se acerca, esas luces pálidas se encienden o apagan?, canta el espacio, el tiempo se disipa: es el boqueo, es la mirada que resbala por la lisa pared, es la pared que se calla, la pared,
    hablo de nuestra historia pública y de nuestra historia secreta, la tuya y la mía,
    hablo de la selva de piedra, el desierto del profeta, el hormigüero de almas, la congregación de tribus, la casa de los espejos, el laberinto de ecos,
    hablo del gran rumor que viene del fondo de los tiempos, murmullo incoherente de naciones que se juntan o dispersan, rodar de multitudes y sus armas como peñascos que se despeñan, sordo sonar de huesos cayendo en el hoyo de la historia,
    hablo de la ciudad, pastora de siglos, madre que nos engendra y nos devora, nos inventa y nos olvida.

CARTA DE CREENCIA
JAM Oct 2021
Oh, my name is Jack Stewart,
I’m a canny gang man
And a rovin’ young fellow I’ve been.

I’m a piper by trade,
I’m a ramblin’ young blade,
And ‘tis many the tune I can play.

Now here’s a simple song
To say what they done.
I told them about all those fears
And away they did run.
they sure must be strong,
And they feel like an ocean
Being warmed by the sun.

Their mouth is open wide,
The lover is inside
And the tumults done.
Collided with the sign,
They're staring at the sun,
They're standing in the sea.

I’ve got acres of land.
I’ve got men at command.
I’ve always a dollar to spare.

Note the trees because the
Dirt is temporary.
More to mine than fact, face,
Name, and monetary.

Put money in my hand and I will do the things you want me to.
Vanity overriding wisdom, usually common sense.
Should I delete it? they said they'd read it.
They promised they would never ruin it with sequels.

So come fill up your glasses of brandy and wine.
Whatever it costs, I will pay.
So be easy and free when you're drinking with me,
I'm a man you don't meet every day.

Now picture this, I'm a bag of *****, put me to your lips
I am sick, I will punch a baby bear in his ****
Give me lip, I'ma send you to the yard, get a stick
Make a switch, I can end the conversation real quick
Okay nobody speak, nobody get choked
You wanna here a good joke?

The comedy of man starts like this:
Our brains are way too big for our mothers' hips,
And so nature, she devised this alternative:
We emerge half-formed and hope
whoever greets us on the other end
Is kind enough to fill us in.
And babies, that's pretty much how it's been ever since.

Now the miracle of birth leaves a few issues to address.
Like, say, that half of us are periodically iron deficient.
So, somebody's gotta go **** something
While she looks after the kids.
She'd do it herself, but what, is he gonna get this thing its milk?
He says as soon as he gets back from the hunt, we can switch.
It's hard not to fall in love with something so helpless.
Ladies, I hope we don't end up regretting this.

That was then,
this is the twenty-first century,
And there’s too much aggravation.
It's the age of insanity,
What has become of the green pleasant fields of Jerusalem?

This is the age of machinery,
A mechanical nightmare,
The wonderful world of technology,
****** hydrogen bombs biological warfare.

There used to be a guy for this type of thing,
An underwater guy who controlled the sea,
Got killed by ten million pounds of sludge from New York
and New Jersey.

Water dissolving and water removing
There is water at the bottom of the ocean
Under the water, carry the water
Remove the water at the bottom of the ocean
Water dissolving and water removing.

Then there’s the creature in the sky
Got ****** in a hole, now there's a hole in the sky
And the ground's not cold.
And if the ground's not cold, everything is gonna burn.
We'll all take turns,
I'll get mine too.

Letting the days go by, let the water hold me down
Letting the days go by, water flowing underground
Into the cold again after the money's gone
Once in a lifetime, water flowing underground.

So I ain't got no ambition, I'm just disillusioned.
I'm a twenty-first century man but I don't wanna be here.
My mama said she can't understand me,
She can't see my motivation.
Just give me some security,
I'm a paranoid schizoid product of the twenty-first century.

When I was young, it seemed that life was so wonderful
A miracle, oh it was beautiful, magical.
And all the birds in the trees, well they'd be singing so happily
Oh joyfully, playfully watching me.
But then they send me away to teach me how to be sensible
Logical, oh responsible, practical.
And they showed me a world where I could be so dependable
Oh clinical, oh intellectual, cynical.

Then I had visions, I was in them.
I was looking into the mirror
To see a little bit clearer
The rottenness and evil in me.

You know I think my schooling was phoney?
I guess it's hard not to agree.
You say, "It all depends on money
And who is in your family tree."
Right (right), you're ****** well right,
You got a ****** right to say.
Right, you're ****** well right,
You know, you got a right to say.

Been around the world and found
That only stupid people are breeding,
The cretins cloning and feeding,
And I don't even own a TV.

Put me in the hospital for nerves
And then they had to commit me.
You told them all I was crazy.
They cut off my legs, now I'm an amputee,
******* you.

I don't need no education.
We don't need no thought control,
No dark sarcasm in the classroom.
Teacher, leave us kids alone.
Hey! Uncle Sam! Leave us kids alone!

We wanna grow up to be
A debaser.

“Look at me, look at me
Hands in the air like it's good to be
Alive and I'm a famous rapper,
Even when the paths are all crookedy.
I can show you how to do-see-do.
I can show you how to scratch a record.
I can take apart the remote control,
And I can almost put it back together.
I can tie a knot in a cherry stem.
I can tell you about Leif Erikson.
I know all the words to "De Colores",
And "I'm proud to be an American".
Me and my friend saw a platypus.
Me and my friend made a comic book.
And guess how long it took.
I can do anything that I want cuz

Who gives a **** about an Oxford comma?
I've seen those English dramas too; they're cruel.

So, why would you speak to me that way?
Especially when I always said that I
Haven't got the words for you.
All your diction dripping with disdain,
Through the pain, I always tell the truth.”

“Look at me, look at me
Just called to say that it's good to be
Alive in such a small world.
I'm all curled up with a book to read
I can make money open up a thrift store.
I can make a living off a magazine.
I can design an engine
sixty four miles to a gallon of gasoline.
I can make new antibiotics.
I can make computers survive aquatic conditions.
I know how to run a business,
And I can make you wanna buy a product.
Movers shakers and producers,
Me and my friends understand the future.
I see the strings that control the system.
I can do anything with no assistance because

I give a **** about the Oxford Comma!
I climbed to Dharamsala too, I did.
I met the highest Lama.
His accent sounded fine to me.

Now, why would you speak to me that way?
Especially when I always said that I
Haven't got the words for you.
All your diction dripping with disdain,
Through the pain, I always tell the truth”

Comedy, now that's what I call pure comedy.
Just wait until the part where they start to believe
They're at the center of everything
And some all-powerful being
Endowed this horror show with meaning.

Now, Uncle Sammy, did you hear about this one?
Tell me, are you locked in the punch?
Sammy, are you grinding on a pelvis?
Hey baby, are you losing touch?

If you believed they put a man on the moon,
If you believe there's nothing up his sleeve,
Then nothing is cool.

Moses went walking with the staff of wood.
Newton got beaned by the apple good.
Egypt was troubled by the horrible asp.
Mister Charles Darwin had the gall to ask.
Well I took out my dogs and them I did shoot,
All down in the county Kildare.
So be easy and free when you're drinking with me,
I'm a man you don't meet every day

And in the Twenty-First Century
From the height of the highway onramp we saw,
Two dogs, dead in a field,
Glowing on the oakland coliseum green seats wasteland,
Dogs, dogs we thought were dead,
They rose up, rose up when whistled at,
their rib cage inflating like men on the beach being photographed,
A guard dog, guard dog, for what? for what?
Against tofers ellis pennyless athletics fanatics,
Getting into games through a whole in the fence,
For the owner of the blue tarp tent,
Pitched by a creek beneath an onramp,
In the privacy of the last three,
Skin and bony tree, devoid of leaves,
And us undeceased, and our new cds,
Dippin' on goodies, oakland
it's hard to stand the sight of two dogs dead under a sky so blue.

But you think you can tell
Heaven from hell?
Blue skies from pain?
Can you tell a green field
From a cold steel rail?
A smile from a veil?
Do you think you can tell?

I’ll say they secretly long to be some part of a car crash,
Long to see their arms stripped of the tendons,
The ****** of swelling exposed veins,
Webbing the back of their hands,
To be a red tendoned dog,
To be red tendoned dogs,
Blood breathing by the side of the highway.

Oh, their religions are the best.
They worship themselves yet they're totally obsessed
With risen zombies, celestial virgins, magic tricks.
These unbelievable outfits.
And they get terribly upset
When you question their sacred texts,
Written by woman-hating epileptics.
Their languages just serve to confuse them.
Their confusion somehow makes them more sure.
They build fortunes poisoning their offspring,
And hand out prizes when someone patents a cure.
Where did they find these goons they elected to rule them?
What makes these clowns they idolize so remarkable?
These mammals are hell-bent on fashioning new gods
So they can go on being thoughtless animals.

See the dwarfs an' see the giants,
Which one would you choose to be?
And if you can't get that together
Here's the answer, here's the key.
You can freeze like a a man of century thirty.

I'll save my breath and take it with me
Till a hundred years and so
Shame you won't be there to see me
Shaking hands with Charles de Gaulle.
Play it cool an' Saran wrap all you can
Be a century thirty man,
You can freeze like a century thirty man

So I live like everyday is my last,
But I plan for tomorrow as if I will never pass.
A Pharoah on the subway
Who never had dreams of jets but fell asleep on run ways.
I just know that one day, that anything I needed I could mold.
Get everything you want it ain't always good for the soul.
A mix of self-worth, some help, a little control,
And I don't know the rest, good as mine is your guess,
The recipe ain't the best, to make it though is our quest,
And if you choose to accept, the meaning of life is yes.

So, we ain't going to the town,
We're going to the city.
Gonna trek this **** around
And make this place a heart to be a part of, again.

That’s the dream but
There are times when all the world's asleep,
The questions run too deep
For such a simple man.
Won't you please, please tell me what we've learned.
I know it sounds absurd,
Please tell me who I am.

Is this my starring role
Or just a cameo?
Who am I living for?
Well, I can't take no more,
'Cuz when it rains, it pours
What am I living for?
I don't got much, but I got heart and soul.
I found myself through all the highs and lows.
Oh Will I drown in the pain,
Or go dance in the rain?
What am I living for?

So, I can lead a nation with a microphone?
And I can split the atom of a molecule?
Look at me, look at me
Drivin' and I won't stop
And it feels so good to be alive and on top
My reach, is global
My tower, secure
My cause, is noble
My power,
is pure.

And it’s the end of the world as we know it.
it starts with an earthquake
Birds and snakes, and aeroplanes
And Lenny Bruce is not afraid
In the eye of a hurricane, listen to yourself churn
World serves its own needs
Don't mis-serve your own needs
Speed it up a notch, speed, grunt, no, strength
The ladder starts to clatter
With a fear of height, down, height
Wire in a fire, represent the seven games
And a government for hire and a combat site
Left her, wasn't coming in a hurry
With the Furies breathing down my neck.

Paranoia, paranoia,
Everybody's coming to get me.
Just say you never met me,
I'm running underground with the moles, digging holes.
Hear the voices in my head,
I swear to God it sounds like they're snoring.
But if you're bored, then you're boring.
The agony and the irony, they're killing me.

I’m dead but the world keeps spinning.
Take a spin through the world I left,
It's getting dark a little too early.
Am I missing the dearly bereft?

Timmy, Timmy, Timmy Turner
He was wishin' for a burner
To **** everybody walkin'
He knows that his soul in the furnace

Young man walkin', wishin' for a burner
Four, five, six, ten ratchets on 'em
Ten men with 'em, ten clappin' on 'em
Dead men with 'em, dead men, get 'em
Four-five rip 'em, four-five zip 'em
You talk money, young men get 'em
Beluga, beluga, beluga
he fell in love with the Ruger
he fell in love with his jeweler
he fell in love with the mullah
It's all about the rule
It's all about the move
It's all about the rules

That was then,
Now I am a man, man, man,
Up, up in the air
And I run around, round, round, round
this downtown and act like I don't care.
So when you see me flying by the planet's moon,
You don't need to explain if everything's changed
Just know I'm just like you.

So I pull the switch, the switch, the switch inside my head.
And I see black, black, green,
and brown, brown, brown and blue, yellow, violets, red.
And suddenly a light appears inside my brain
And I think of my ways,
I think of my days
and know that I have changed.

So, be easy and free,
when you’re drinkin’ with me
I’m a man you don’t meet every day.
a lyric poem
Sputnik Andrade Oct 2012
Estoy escribiendo un poema que no es igual a como lo pensé cuando yacía en el suelo, aplastada por la decepción.

Edificio en renta. Todo o en partes.

Esto soy yo. El eso inamovible, certero, negado, obstinada a ser un edificio que pertenece al pasado y que se ha desmembrado por la frase que lo ofrece al mercado, cruel patrón.

Pude ser piedra colgada, piedra salvaje, piedra que vive su eterna vida sintiendo el aire del cambio, pero soy edificio de oficinas y huelo a abandono y a derrota.

¿Dónde, en la ciudad, te encuentras?

Mi única esperanza ha quedado en estado larvario, un negativo separado de la tira, un pedazo rebelde y estúpido que se negó a tomar color.

En las manos tengo mi castigo.

Vestigio de lo que fue.

Amigos que envejecieron, ventanas ominosas, pedazos de espejo que refleja a alguien que conoces pero que dejo de existir.

El aire, el sol, las voces de la gente que pasa por la acera, todo sabe a fracaso, a proyecto a medias, a polvo que se acumula, a lejanía, a algo que se ha estirado más allá de lo que puede, a alguien que grita porque ya no puede hacer nada más.

La ciudad (nueva, antigua) sigue vacía. La plaza cívica, el pequeño restaurant, la banca fría de piedra que no lo parecía, la fuente.

Mi única esperanza se tiñó de colores falsos. Mi único puente se venció antes de que pudiera cruzarlo.

¿Dónde, en el mundo, te encuentras?

Esta es mi expiación.

Lágrimas que no corren, una pluma que sólo existe para escribir esto, uñas de color papel, labios que hablan otro idioma.

Where, in my life, are you?

What a sad, pathetic life, I say to myself (that only being who can hear me) what a sad situation, what a sad beginning, middle and, end.

Where are you? Cause I miss you.

I do miss you. I do miss you a lot.


Esta es mi rendición.
Sputnik Andrade Jul 2013
Tal vez soy un pedazo de madera.

Un tronco que antaño fue encina, y ahora es nada más un pedazo del todo que me componía. Las agujas del pino que sigue en pie me caen en la cara, se sienten como arañas, pero son agujas que el pino deja caer sin mala intención. Las bellotas y las piñas de mis hermanos gigantes rebotan en medio de la noche. Caen miserables como yo yazgo miserable. Se cubren de tierra como yo me cubro de tierra. Y guardan silencio.

Tal vez soy una avenida en silencio.

Pavimento apaciguado y asfalto abandonado. Las pezuñas tranquilas de un venado pródigo me acarician por un momento, un brevísimo momento, el momento en que cruza de un campo a otro, de una arboleda a la otra, de ese mundo a mi izquierda y de ese otro a mi derecha. El frío cala hasta los huesos, las piernas se mueven ligeras mientras huyen de la luz; me extiendo ancha y larga como una carretera. Izquierda y derecha.

Tal vez, y esto es más factible, soy una decisión.

Me desdoblo en múltiples ramificaciones, opciones, alternativas, dilemas; me encuentro en una encrucijada para después encontrarme frente a otra encrucijada. Mi elección, en el primer segundo de que es pensada, me desarma y me vuelve a armar. Las piezas parecen estar en el mismo lugar pero no lo están. Mi pie, el primero en adelantarse, ya no me pertenece; mi mano se entrega a ese nuevo mundo sin miedo, y mis codos, mis rodillas, la nuca helada. La casi-luna ampara mi marcha.

Pero más seguramente soy solamente el cielo nocturno.

Aparentes pequeños puntos rutilantes, aparentes nubes quietas, aparente Luna Llena; un lienzo de apariencias, de tonalidades difuminadas, nunca de colores concretos, un manto oscurecido por las mentiras, por las verdades calladas, que se dicen en susurros a un centímetro de la oreja pero que se confunden con el sonido del viento, con las hojas de las árboles que bailan, con las nubes que corren febriles. Soy un sólo ojo atento. Siempre muy abierto. Soy el testigo del tronco de encina que abre los ojos y me mira, de la avenida aplastada por el mutismo, de las decisiones que se formulan detrás de los pulmones y no en la boca.

Y hablan todos: “Y la única sensación era el peso del cielo en mi frente. Te preguntaba que era todo aquello y me respondías con una quieta mirada.”

“No siento,” decían, “pero me muerdo los labios”.
Amarillo y anaranjado son los colores que me recuerden a ti
Como flores chiquitas que se esconden todo el año, pero cuando llega la primavera,
Florecen con un brillo subtil, delicado, y amoroso
Yo se que suena medio raro,
Compararte con colores, pero escúchame

Amarillo y anaranjado son los colores que me recuerden a ti,
Y aunque no lo vez,
Hay un luz que te sigue, no importa el día o la ocasión,
Te abraza en cada momento,
En tu voz y sonrisa, la manera que tus ojos brillan cuando hablas de temas que te fascinan
Cuando andas en tu carrito, la música en blast, gritando las letras pa’ que todos te escuchen,
La forma que caminas, con poder, clase y
La manera que haces todo lo que te da la gana
Amarillo y anaranjado; cariño y dulzura
Lo que esta hecho de tu ser

Ojalá que un día te veas con los mismos ojos y admiración con los que te ven los demás.
- c.alejandra
Recuerdas cuando
en invierno
llegamos a la isla?
El mar hacia nosotros levantaba
una copa de frío.
En las paredes las enredaderas
susurraban dejando
caer hojas oscuras
a nuestro paso.
Tú eras también una pequeña hoja
que temblaba en mi pecho.
El viento de la vida allí te puso.
En un principio no te vi: no supe
que ibas andando conmigo,
hasta que tus raíces
horadaron mi pecho,
se unieron a los hilos de mi sangre,
hablaron por mi boca,
florecieron conmigo.
Así fue tu presencia inadvertida,
hoja o rama invisible
y se pobló de pronto
mi corazón de frutos y sonidos.
Habitaste la casa
que te esperaba oscura
y encendiste las lámparas entonces.
Recuerdas, amor mío,
nuestros primeros pasos en la isla:
las piedras grises nos reconocieron,
las rachas de la lluvia,
los gritos del viento en la sombra.
Pero fue el fuego
nuestro único amigo,
junto a él apretamos
el dulce amor de invierno
a cuatro brazos.
El fuego vio crecer nuestro beso desnudo
hasta tocar estrellas escondidas,
y vio nacer y morir el dolor
como una espada rota
contra el amor invencible.
Recuerdas,
oh dormida en mi sombra,
cómo de ti crecía
el sueño,
de tu pecho desnudo
abierto con sus cúpulas gemelas
hacia el mar, hacia el viento de la isla
y cómo yo en tu sueño navegaba
libre, en el mar y en el viento
atado y sumergido sin embargo
al volumen azul de tu dulzura.
Oh dulce, dulce mía,
cambió la primavera
los muros de la isla.
Apareció una flor como una gota
de sangre anaranjada,
y luego descargaron los colores
todo su peso puro.
El mar reconquistó su transparencia,
la noche en el cielo
destacó sus racimos
y ya todas las cosas susurraron
nuestro nombre de amor, piedra por piedra
dijeron nuestro nombre y nuestro beso.
La isla de piedra y musgo
resonó en el secreto de sus grutas
como en tu boca el canto,
y la flor que nacía
entre los intersticios de la piedra
con su secreta sílaba
dijo al pasar tu nombre
de planta abrasadora,
y la escarpada roca levantada
como el muro del mundo
reconoció mi canto, bienamada,
y todas las cosas dijeron
tu amor, mi amor, amada,
porque la tierra, el tiempo, el mar, la isla,
la vida, la marea,
el germen que entreabre
sus labios en la tierra,
la flor devoradora,
el movimiento de la primavera,
todo nos reconoce.
Nuestro amor ha nacido
fuera de las paredes,
en el viento,
en la noche,
en la tierra,
y por eso la arcilla y la corola,
el barro y las raíces
saben cómo te llamas,
y saben que mi boca
se juntó con la tuya
porque en la tierra nos sembraron juntos
sin que sólo nosotros lo supiéramos
y que crecemos juntos
y florecemos juntos
y por eso
cuando pasamos,
tu nombre está en los pétalos
de la rosa que crece en la piedra,
mi nombre está en las grutas.
Ellos todo lo saben,
no tenemos secretos,
hemos crecido juntos
pero no lo sabíamos.
El mar conoce nuestro amor, las piedras
de la altura rocosa
saben que nuestros besos florecieron
con pureza infinita,
como en sus intersticios una boca
escarlata amanece:
así conocen nuestro amor y el beso
que reúnen tu boca y la mía
en una flor eterna.
Amor mío,
la primavera dulce,
flor y mar, nos rodean.
No la cambiamos
por nuestro invierno,
cuando el viento
comenzó a descifrar tu nombre
que hoy en todas las horas repite,
cuando
las hojas no sabían
que tú eras una hoja,
cuando
las raíces
no sabían que tú me buscabas
en mi pecho.
Amor, amor,
la primavera
nos ofrece el cielo,
pero la tierra oscura
es nuestro nombre,
nuestro amor pertenece
a todo el tiempo y la tierra.
Amándonos, mi brazo
bajo tu cuello de arena,
esperaremos
cómo cambia la tierra y el tiempo
en la isla,
cómo caen las hojas
de las enredaderas taciturnas,
cómo se va el otoño
por la ventana rota.
Pero nosotros
vamos a esperar
a nuestro amigo,
a nuestro amigo de ojos rojos,
el fuego,
cuando de nuevo el viento
sacuda las fronteras de la isla
y desconozca el nombre
de todos,
el invierno
nos buscará, amor mío,
siempre,
nos buscará, porque lo conocemos,
porque no lo tememos,
porque tenemos
con nosotros
el fuego
para siempre.
Tenemos
la tierra con nosotros
para siempre,
la primavera con nosotros
para siempre,
y cuando se desprenda
de las enredaderas
una hoja
tú sabes, amor mío,
qué nombre viene escrito
en esa hoja,
un nombre que es el tuyo y es el mío,
nuestro nombre de amor, un solo
ser, la flecha
que atravesó el invierno,
el amor invencible,
el fuego de los días,
una hoja
que me cayó en el pecho,
una hoja del árbol
de la vida
que hizo nido y cantó,
que echó raíces,
que dio flores y frutos.
Y así ves, amor mío,
cómo marcho
por la isla,
por el mundo,
seguro en medio de la primavera,
loco de luz en el frío,
andando tranquilo en el fuego,
levantando tu peso
de pétalo en mis brazos,
como si nunca hubiera caminado
sino contigo, alma mía,
como si no supiera caminar
sino contigo,
como si no supiera cantar
sino cuando tú cantas.
Manuel del Río, natural
de España, ha fallecido el sábado
11 de mayo, a consecuencia
de un accidente. Su cadáver
está tendido en D'Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
a las 9,30 en St. Francis.

Es una historia que comienza
con sol y piedra, y que termina
sobre una mesa, en D'Agostino,
con flores y cirios eléctricos.
Es una historia que comienza
en una orilla del Atlántico.
Continúa en un camarote
de tercera, sobre las olas
-sobre las nubes- de las tierras
sumergidas ante Poseidón.
Halla en América su término
con una grúa y una clínica,
con una esquela y una misa
cantada, en la iglesia de St. Francis.

Al fin y al cabo, cualquier sitio
da lo mismo para morir:
el que se aroma de romero,
el tallado en piedra o en nieve,
el empapado de petróleo.
Da lo mismo que un cuerpo se haga
piedra, petróleo, nieve, aroma.
Lo doloroso no es morir
acá o allá...

                 
Requiem æternam,

Manuel del Río. Sobre el mármol
en D'Agostino, pastan toros
de España, Manuel, y las flores
(funeral de segunda, caja
que huele a abetos del invierno)
cuarenta dólares. Y han puesto
unas flores artificiales
entre las otras que arrancaron
al jardín... Libera me domine
de morte æterna...
Cuando mueran
James o Jacob verán las flores
que pagaron Giulio o Manuel...

Ahora descienden a tus cumbres
garras de águila. Dies irae.

Lo doloroso no es morir
Dies illa acá o allá;
sino sin gloria...

                      Tus abuelos
fecundaron la tierra toda,
la empaparon de la aventura.
Cuando caía un español
se mutilaba el Universo.
Los velaban no en D'Agostino
Funeral Home, sino entre hogueras,
entre caballos y armas. Héroes
para siempre. Estatuas de rostro
borrado. Vestidos aún
sus colores de papagayo,
de poder y de fantasía.

Él no ha caído así. No ha muerto
por ninguna locura hermosa.
(Hace mucho que el español
muere de anónimo y cordura,
o en locuras desgarradoras
entre hermanos: cuando acuchilla
pellejos de vino derrama
sangre fraterna). Vino un día
porque su tierra es pobre. El Mundo,
Liberanos Domine, es patria.
Y ha muerto. No fundó ciudades.
No dio su nombre a un mar. No hizo
más que morir por diecisiete
dólares (él los pensaría
en pesetas). Requiem æternam.

Y en D'Agostino lo visitan
los polacos, los irlandeses,
los españoles, los que mueren
en el week-end.

                        Requiem æternam.

Definitivamente todo
ha terminado. Su cadáver
está tendido en D'Agostino
Funeral Home. Haskell. New Jersey.
Se dirá una misa cantada
por su alma.

                  Me he limitado
a reflejar aquí una esquela
de un periódico de New York.
Objetivamente. Sin vuelo
en el verso. Objetivamente.
Un español como millones
de españoles. No he dicho a nadie
que estuve a punto de llorar.
karlotti Sep 2014
Femenina, pero sin excesos,
que fluya la luz de sus ojos
pero sin apagar los neones
de MONSANTO, luz biodegradable
pero agradable al tacto.
Libre y Natural, como un sombrero.
Mezcla sutil de lana y jacquard.
Silueta relajada a la altura del *****
como una virgen romana,
y un concierto de colores húmedos
según va cayendo la tarde
Muy casual a partir de los labios
y un lindo ABCdario  entre las piernas.
Transmisión sin pausa, dejando un eco
al volver a casa, sin caer en brazos
de una sonrisa armada hasta los dientes.
El color blanco es su aliado
y los pájaros pintados en el jardín
de sus sueños, en las manos, la imprescindible
lencería  de una imaginación sin prisas,
y la siempre impredecible pasión
en su fresquito pequeño, aroma a alba
con un poco de opio en los cristales.
Un look de muerte para terminar
con el ideal de hombre, todo sin dejar de ofrecer
la cara oculta de su luna, un poco descabellada
al caminar por el Mercado
dejando claro que su hogar no se marchita.
El éxito como una póliza de seguros
guardado a la altura de su láctea paradoja.
Y de vez en vez mostrar la plantación de flores
cultivadas por la maniquí secreta
que en ASIA o en los fiordos del alma, arde.
Sin dejar oír nunca un si te quiero
que no sea el fru fru de su trastienda,
seda y sede de coral *****, y una navajita
para degollar pecado como peces
sin dejar de ser sofisticada con los dedos
y una delicadez a prueba de balas.

Es lo que se va llevar en las Avenidas de este Otoño.
Y un cielo en rama para amar un poco.
Sputnik Andrade Feb 2013
But release your precious heart to its feast.*

A veces imagino tu mano que se posa suave, muy suave como un viento anónimo, en mi mejilla. Y me tocas el cuello y el lóbulo de la oreja con mucho cuidado.

Imagino sólo tu mano. Quisiera morderla y beberme la sangre que emane de tus dedos. Quisiera que me mancharas los labios con esa sangre negra muy negra, suave y muy tibia.

Sueño que estoy muy cerca. Puedo contarte las pestañas. Te mueves al ritmo de tu respiración. No te mueves. Tus ojos se llenan de brillo conforme la navaja se llena más de ti. No he visto nunca nada tan hermoso. Y no gimes, no luchas. Piensas que todo nos llevó a esto y yo te lo confirmo cuando pongo mi oreja en tu pecho y escucho lo últimos latidos

pum, pum

pum

p

Te sigo con la mirada. Tienes las manos frías y las estrellas apenas alcanzan a resplandecer. Tu sombra es tan ligera que puedo tomarla y hacerla mía para siempre. Y lo haré. Serás mío para toda la vida. Y tus manos heladas, tu piel y tu carne. No conocerás nada más que mi lengua sobre tu espalda, mis dientes en tus nudillos, mis uñas arañando tu cabeza.

Tendrás los colores de un atardecer:  escarlata, azafrán, índigo y luego muy ***** y muy brillante, como una noche luminosa.

Eres extraordinario. Y me comeré tu corazón.
una rosa no es una rosa hasta que una mujer la recoje y la situa al
lado de su corazon
una canción no es una canción hasta que un amante la canta a la
tierra y al cielo
una mujer no es una mujer hasta que un hombre la encuentra y la
hace sentir digna de amor
tu eres la canción que resuena en mi corazón
tu eres el sonido que late en mi cuerpo cada día y noche
tu eres la luz que brilla dentro de mis más oscuros sueños
tu eres los colores de mi energia
tu eres el último capítulo de un libro que estaré leyendo antes de
morir
tu eres el rostro que veo siempre que cierro mis ojos
tu eres mi sombra
cada vez que te vas te llevas la belleza de este mundo
tu caminas a través del pasillo de mi corazon y llenas los espacios
vacios
mi amor por ti es un perfume que derramo a tus pies
me convertí en un poema del cielo y de la tierra
que será leido y cantado por la eternidad
estoy borracho por tu amor
tu eres el viñedo de mi juventud
más bebo más siento
la belleza que me das es la que busco
Sonrisas que vienen con el color,
historias olvidadas que reviven al alma.
Colores, imágenes, música y sentimientos,
que cautivan, que encantan, que hipnotizan
con los detalles que crean la magia,
entretejiendo líneas de ilusión y felicidad,
que en un suspiro se extingue, pero que perdura en el recuerdo,
corta e inolvidable,
es un camino para los sueños.
trestrece May 2014
Figurilla india tallada en sándalo,
todos tus detalles han sido esculpidos
por la mano de Dios, el artesano mayor.

Contigo a mi lado exploro lugares
nunca antes pisados,
en fantasía propia de gitanos e incienso,
de colores ocres, de oro y café.

Inspiras recuerdos
de tiempos pasados,
de siglos antiguos,
de calles y barrios.

De Babel, donde nos separamos
y te llevaste tus labios,
que se alejaron cansados,
sin entender otro idioma
que el de los besos robados,

que a través de los tiempos
por azar encuentro
al hacer de tú boca,
entre todas las otras,
un monumento,
adorno principal de este templo.

Madera fina y aromática,
trae contigo la armonía.
Sándalo cubierto de flores,
de danzas y amores:

Si tengo tu boca
¿para qué querer otra?
Quiero escaparme de tí
ver cuanto sobrevivo sin tí
luchar y desistir,
ver el miedo a los ojos, y decirle que no cabe más aquí.

Esas palabras que me hirieron una y otra vez lanzarlas
al pasado y sombrear de colores mi piel.
Tus golpes a mi cuerpo los logré sanar,
pero tú caracter lo heredó mi personalidad,
no se puede cambiar lo que Dios hizo de tí,
pero yo sí puedo; si puedo escapar de tí.

Porque mis sentidos piensan y sienten lo que debo hacer,
y por eso escribo esto para decirte que no cabes más aquí.
Quiero escaparme, escaparme de tí.
Written by Dina Alvarez Erazo, Guatemala, Guatemala
trestrece May 2014
Chicas lindas
las de piel clara e imaginación bermellón
Chicas lindas
con voz cautiva y collar de huesos

Chicas lindas
de cintura mínima
y piernas como alfiles
bajo las bastillas de chifón

Chicas lindas
de labios carnosos, curiosos
que se escapan como sueños
justo cuando sale el sol

Chicas lindas
las que se visten de flores,
colores o amores...
dependiendo del clima y la ocasión

Chicas lindas
las que prometen y juegan
que siempre ganan pero nunca entregan.
Las que aman el reflejo
que la vida les mostró

Las que llevan en los labios
el color del corazón
pero por dentro huecos
que rellenan de adulación

Las chicas lindas
por las que todos caen
y a nadie levantan
las que todos desean
y todas quieren
aunque sea en el fondo

llegar a ser

Las chicas lindas
las que marcan la pauta
y te hacen ser

La chica fea


la de los labios secos,
la de la piel morena,
la de la vida no plena,
y más bien azarosa

La chica fea
con el alma abundante
y el corazón palpitante

inevitablemente,

comparante

La chica fea,


a la que nadie sueña

y nadie desea.
Alessandro VG Apr 2010
Quisiera entender porqué durante el silencio escucho ruido de mi cabeza,
no logro nunca entender, qué exactamente es lo que estoy pensando,
Pero mientras pienso sonrío,
con los ojos ausentes,
miro dentro una pantalla negra,
una nube de colores se aleja,
como distrayendo mi conciencia,
entreteniéndola a escondidas,
de mi percibir.
Quisiera decirte que decoras mi mundo escabulléndote entre cada idea irrelevante a ti,
sacándote de ahí,
te invito a conocer lo nuevo que se le escurre a un día,
por estar ahí,
entre espacios de nada,
transformándolos a todo,
y en lo que mi pensar habita,
habitas tú,
desde el aislamiento por la altura,
miramos todo lo que vive,
porque estás aquí,
aunque no estés ahí.
Vuelve otra vez tu día,
oh patria amada, el día de tu gloria.

Vuelve de nuevo a resonar triunfales
los himnos que eternizan tu memoria,
y el espléndido cielo de tu historia,
vuelve el sol de tus días inmortales.

Y otra vez a tu ara sacrosanta
llevan tus hijos fieles
flores que fecundaron tus vergeles;
y músicas marciales
al aire asordan, y doquier se oye,
en valles, montañas y llanuras,
en la extensión del suelo colombiano,
el canto jubiloso de los libres
que sube a las alturas,
de la gloria al alcázar soberano.

Y de nuevo flamea,
no como en días trágicos de horrores,
entre el ronco fragor de la pelea,
sino bajo arcos de laurel y flores,
el pendón de la patria,
la santa enseñanza de los tres colores...
la bandera inmortal que oyó las dianas
de los heroicos triunfos legendarios.

La que fue a despertar  los cóndores
a la cumbre más alta de los Andes
y fue más tarde a despertar la gloria;
la bandera inmortal, la santa egida,
que el camino marcó de la Victoria.

Besada por ondas de tus mares,
bajo el palio infinito de tu cielo,
tachonado de ardientes luminares;
lleno de flores tu fecundo suelo.
Y adormida el rumor de tus palmares,
lloras en silencio, Patria mía,
cansada de esperar luz en tu noche,
en la callada noche de tus penas;
cansada de esperar en tu agonía
el hierro que limara tus cadenas.

No, ya los hijos tuyos,
de las selvas antiguos moradores,
vagan libres, bajo el sol fulgente
que vio la gloria de tus días grandes,
ya desde la cima de los Andes
alumbraba ruinas solamente;
ni llevaban vencidos y humillados
por la invasora gente,
el cintillo de oro en la garganta
y el penacho de plumas en la frente,
ni ya el aire cortaba
las voladoras flechas,
ni en las noches de luna sollozaban
de la indígena raza los endechas.

Donde el templo del sol brilla espléndido
y sus láminas de oro refulgían,
ya los dolientes ojos no veían
sino campo infecundo y desolado.
Y el áureo trono de los reyes indios
en el polvo yacía destrozado.
Todo lo derribó cual hacha impía
del duro vencedor el brazo fuerte,
y al fin, de esa grandeza en los escombros
parecía vivir sólo la muerte...
eres, patria, la esclava envilecida;
eres, patria, el girón abandonado;
eres cual hado de baldón tu hado,
y cual vida de baldón tu vida
mas del mal el reinado no es eterno...
no su imperio perdura;
ni es eterna la noche pavorosa,
ni es eterna la humana desventura.

Que en las grandes catástrofes sombrías,
en las horas de angustia y desconsuelo,
cuando a las almas el dolor avanza,
siempre se ve la escala milagrosa
por donde sube la plegaría al cielo,
baja de los cielos la esperanza...
y llega por fin el día.

En que estallan, rugiendo los dolores
en los esclavos pechos comprimidos,
cuando alzan la cerviz los oprimidos
y bajo la cerviz los opresores,
y que tiemblen entonces los verdugos,
porque de sus dolores y sus lágrimas
pedirán los esclavos cuenta un día;
porque el llanto de un pueblo entre cadenas,
de su agonía en el mortal desmayo,
¡se alzan a los cielos, se condensa en nube,
y baja al suelo convertido en rayo!...

Y de lauro inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente precisión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas mansiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en lid cayeron
y hogar y patria libertad nos dieron.

Y al fin llegó a la libertad la hora;
rompió en brillante aurora
la noche de tus penas,
y trocaste por cánticos de triunfo
los rumores de tus ayes y cadenas,
bajó a ti la victoria,
y sonaron las músicas marciales,
y empezaste el camino de la gloria,
el que lleva a las cumbres inmortales.

Y el combate se traba,
pero combate desigual, los unos
son los heroicos en sangrientas lides,
los que en el brazo llevan
empuje de Pelayos y de Cides;
Los que el paso cerraron
al corso altivo, forjadores de cetros,
y altas hazañas de una nueva aliada,
en Lepanto y Pavía renovaron...
Y los otros... Los parias infelices,
los que aun llevan en la espalda impresas
del tormento cruel las cicatrices
y del esclavo la ominosa marca,
más tenían la fe que salva montes,
la sacra fe que lo imposible abarca;
y busca de los amplios horizontes,
donde el sol de los libres centellea,
a la lid se lanzaron.

De esperanza inmortal henchido el pecho,
porque sabían que jamás sucumbe
quien lucha por una patria y su derecho.
Rota por la metralla
su bandera se vio, tintos en sangre
corrieron a la mar los patrios ríos,
y en la atónita tierra no se oía,
cual ronca marejada,
más que en el estruendo de la lid bravía,
fueron los días de la amarga prueba;
fueron los días de orfandad y  llanto
y de muerte y de horrores,
pero nada importaba los reversos
ni de la adversa suerte los rigores.

Y de inmortal la sien ornada,
no retando a los duros opresores,
no al escape de caballos voladores,
sino en doliente procesión callada,
finge la mente que a la tierra vuelven
de las altas misiones siderales,
al oír las alabanzas de los libres,
los que valientes en la lid cayeron
y  hogar y patria y libertad nos dieron.

Sonríen al ver que siempre grande
Por glorioso camino
la patria sigue a su inmortal destino;
y sonríen al ver que limpio brilla
el pendón colombiano
bajo el brillante cielo americano;
Que con amor guardamos su memoria,
Que somos dignos de sus altos hechos
Y dignos herederos de su gloria.
Y también surgen como blancos lirios,
como estrellas en diáfanas neblinas,
alta la sien, con nimbo esplendoroso,
de la patria las bellas heroínas.

También al resonar de las cadenas
indignas sus almas palpitaron;
también las cumbres del dolor hallaron...

También ellas, heroicas y serenas,
de la patria en las aras se inmolaron.
También los hechos brillan
como los hechos de los grandes hombres;
y también tienen la fama
corona de laureles para sus sienes.
Himnos de admiración tienen sus nombres;
que el corazón de la mujer, santuarios
de los puros y nobles idealismos,
también sube a la cima de la Gloria
y es capaz de los grandes heroísmos
para el amor y la virtud nacida
Ella es cordial de toda desventura;
doquiera su piedad enjuga lágrimas
y en toda sombra de dolor fulgura.
Por eso nunca desoyó el lamento
ni vio imposible el horrido quebranto
de la patria llorosa y desvalida.
¡Cuando llanto pidió, le dio su llanto;
cuando vidas pidió, le dio su vida!
¡Vuelve, oh patria, de nuevo
el día de tu gloria inmarcesible!
y otra vez a tu ara sacrosanto,
sube el himno de un pueblo redimido
de la grandeza de tus héroes canta.

Palpite eternamente en nuestros labios
y en nuestras almas su inmortal recuerdo,
porque ensalzando tus radiantes glorias,
oh patria, oh sol que sin ocaso brillas,
estaremos en pie para la tierra,
más para el cielo estamos de rodillas.
La libertad vive dentro de mí
está en mí, no en mi locura.
En mi capacidad de imaginar.
En los rayos del sol bañando mi cara,
en mi capacidad de tomar decisiones sabias; y de amar.
En liberarme a mí misma.
De todo miedo.
De toda ira.

La libertad es estar enjaulada,
con alas amarradas;
cerrar los ojos;
y poder volar
sentir la sangre fluir,
la voz correr,
volar,
trémulamente
súbitamente
corriendo por mi piel,
como  un papalote de colores brillantes
atrapado en mi piel.

La libertad está en cerrar los ojos,
escuchar el contorno de mis labios,
de mis besos a nadie.
En sentir mis pensamientos;
detener mis propios impulsos.

La libertad está en luchar contra el manifiesto a la locura.

Contra el sentimiento de estar parada sin piso bajo mis pies.

La libertad está en luchar contra lograr escuchar el silencio.
El silencio en el centro de mis pensamientos.
En el ronroneo de los colibríes y en el canto de los pájaros.

En todo eso está se encuentra la libertad.

Y en el ruido de la máquina de escribir del psiquiatra del pasillo que escribe y dicta mi diagnóstico.
Que existe, y produce un violento destrozo de mi borderline, golpeteo tras golpeteo.

Y la libertad, sobre todo, duerme en  la cama 14,  donde existe mi refugio, mi limbo, y mi salvación.
En 1, multiplicado por sí mismo, que es infinito, como el aleph que tengo tatuado; y en número 4, como el de los 4 pilares de un oráculo griego que adivina futuros, incluido el mío.
El día 28 de Enero, por desición propia, me interné durante 11 días en un psiquiatrico, debido a mi padecimiento, este es el resultado....
Adrián Poveda Jan 2016
Probablemente mientras duermes, alrededor de las once yo sigo despierto y dormito ideas, mi cuerpo flota y en el sillón viendo al techo esta tu espacio, un metro cincuenta y ocho, eternos.
Una extraña marca en la pared que solo yo puedo ver ha quedado,  me estoy acostumbrando a ella ya que de vez en cuando logro evitar su mirada, sobre todo cuando es de noche y apago la luz; todos lo saben, la noche hace invisible la propia oscuridad y encierra en un dulce  parpadeo la cordura.

Y así son las doce y tú duermes, mientras yo camino por las calles, solo para seguir en la luna al reflejo de tus ojos.


¿Has notado como las cosas cambian en la noche?, las horas se doblan sobre otras y hacen perder el hilo de los minutos, la sombra cambia los colores, la forma de la vereda hacia tu casa ya no es tan segura, ni las figuras que se puede imaginar en ella durante el día y quizás en la noche el tiempo pasa más lento en tu boca, pero me queda la duda de que solo sea la noche y no tu boca, ¿cómo saber si el sabor será el mismo mañana a las seis?

Y así son las tres, y me pierdo en el mismo lugar al que mi mente llega todas las noches, el desenlace y el terminal al que a esta hora conducen todos los caminos, espejismo.

Solo sé que no soy yo el que duerme.
Copyright © 2016 Adrián Poveda All Rights Reserved
Vamos a gozar el sol
distribuyendo sus rayos
como los abrazos tiernos
de la amada
que hacen olvidar penas
o pesares de la jornada.
Disfrutemos el verano
lo mismo
que gozamos el inverno
cuando las gotas de la lluvia
ayudan a crecer los barbechos.
No nos quejemos de la pobreza
cuando creamos
que ella consiste
en a falta de dinero.
Condolámonos más bien
de la miseria
cuando está en la falta de valor
en el alma
para enfrentar cada día
penosas tareas.
Corramos más bien
a disfrutar del nacimiento
y renovación de la  mañana
cuando se llena de colores el alba,
no sea que nos suceda
como a aquel que sólo desea
atesorar riqueza:
pierde el gusto por lo elemental,
pues tiene la creencia
en que todo se consigue
con algo de metal;
se le olvida que lo esencial
es tener un poco de pan en la mesa
y, al menos, el agua viva
del fresco manantial.
Vamos a gozar el sol o el invierno
sin imprecaciones
para el uno o el otro
porque ellos siempre
igual llegan
para pobres o poderosos.
(Jorge Gómez A. Julio de 1994)
Natalia Rivera May 2015
Me he entregado a su devoción, y al encanto de sus manos.
He sido el canvas que siempre está en blanco, y a su disposición.
Le canto en las noches, y se las enmarco en un beso.
Colecciono atardeceres, y sus sonrisas.
Mi alma baila la pieza que lleva tu nombre
Le cuento las pecas, y le pinto los gestos.
Dulce martirio que es el vivir alucinando contigo
Amarte va más allá de prevalecer con cordura.
Y es que ¿Cómo podría  pedirle a la luna que solo iluminara mi camino?
¿Dominar el espíritu libre del mar?

¿Decirle al viento que solo revuelque mi cabello?
Solo los cuerdos exigen esas cosas.
Yo lo quiero rebelde, de colores, egocéntrico.
Así que, quédese. Sumérjase en mí.
Aunque lluevan gritos, y el sol se caiga.
Que lo que le puedo prometer,
Es un pedazo de alma más puro que el agua.
Natalia Rivera Jun 2015
Inmensa caja de cristal, me he de sentar a tu costado con devoción, a escribirte poemas en las rocas.
Las mismas que se moldean a tu antojo.
Te he de acariciar la sal que porta tu aroma, y besar cada gaviota que vuela en tus tierras.
Recorro tu cuerpo, hipnotizado por los colores, la serenidad y la fuerza que posee tu himno.
Toma mi alma, vuélvela azul. Permíteme ser el que escriba tu llanto en las noches, y las poesías en el día.
¡Qué hermosa es la ciudad, oh Contemplado,
                    que eriges a la vista!

Capital de los ocios, rodeada
                    de espumas fronterizas,

en las torres celestes atalayan
                    blancas nubes vigías.

Flotante sobre el agua, hecha y deshecha
                    por luces sucesivas,

los que la sombra alcázares derrumba
                    el alba resucita.

Su riqueza es la luz, la sin moneda,
                    la que nunca termina,

la que después de darse un día entero
                    amanece más rica.

Todo en ella son canjes -ola y nube,
                    horizonte y orilla-,

bellezas que se cambian, inocentes
                    de la mercadería.

Por tu hermosura, sin mancharla nunca
                    resbala la codicia,

la que mueve el contrato, nunca el aire
                    en las velas henchidas,

hacia la gran ciudad de los negocios,
                    la ciudad enemiga.
No hay nadie, allí, que mire; están los ojos
                    a sueldo, en oficinas.

Vacío abajo corren ascensores,
                    corren vacío arriba,

transportan a fantasmas impacientes:
                    la nada tiene prisa.

Si se aprieta un botón se aclara el mundo,
                    la duda se disipa.

Instantánea es la aurora; ya no pierde
                    en fiestas nacarinas,

en rosas, en albores, en celajes,
                    el tiempo que perdía.

Aquel aire infinito lo han contado;
                    números se respiran

El tiempo ya no es tiempo, el tiempo es oro,
                    florecen compañías

para vender a plazos los veranos,
                    las horas y los días.

Luchan las cantidades con los pájaros,
                    los nombres con las cifras:

trescientos, mil, seiscientos, veinticuatro,
                    Julieta, Laura, Elisa.

Lo exacto triunfa de lo incalculable,
                    las palabras vencidas

se van al campo santo y en las lápidas
esperan elegías.

¡Clarísimo el futuro, ya aritmético,
                    mañana sin neblinas!

Expulsan el azar y sus misterios
                    astrales estadísticas.

Lo que el sueño no dio lo dará el cálculo;
                    unos novios perfilan

presupuestos en tardes otoñales:
                    el coste de su dicha.

Sin alas, silenciosas por los aires,
                    van aves ligerísimas,

eléctricas bandadas agoreras,
                    cantoras de noticias,

que desdeñan las frondas verdecientes
y en las radios anidan.

A su paso se mueren -ya no vuelven-
                    oscuras golondrinas.

Dos amantes se matan por un hilo
                    -ruptura a dos mil millas-;

sin que pueda salvarle una morada
                    un amor agoniza,

y Iludiéndose el teléfono en el pecho
                    la enamorada expira.

Los maniquíes su lección ofrecen,
                    moral desde vitrinas:

ni sufrir ni gozar, ni bien ni mal,
                    perfección de la línea.

Para ser tan felices las doncellas
                    poco a poco se quitan

viejos estorbos, vagos corazones
                    que apenas si latían.

Hay en las calles bocas que conducen
                    a cuevas oscurísimas:

allí no sufre nadie; sombras bellas
                    gráciles se deslizan,

sin carne en que el dolor pueda dolerles,
                    de sonrisa a sonrisa.

Entre besos y escenas de colores
                    corriendo va la intriga.

Acaba en un jardín, al fondo rosas
                    de trapo sin espinas.

Se descubren las gentes asombradas
                    su sueño: es la película,

vivir en un edén de cartón piedra,
                    ser criaturas lisas.

Hermosura posible entre tinieblas
                    con las luces se esquiva.

La yerba de los cines está llena
                    de esperanzas marchitas.

Hay en los bares manos que se afanan
                    buscando la alegría,

y prenden por el talle a sus parejas,
                    o a copas cristalinas.

Mezclado azul con rojo, verde y blanco,
                    fáciles alquimistas

ofrecen breves dosis de retorno
                    a ilusiones perdidas.

Lo que la orquesta toca y ellos bailan,
                    son todo tentativas

de salir sin salir del embolismo
                    que no tiene salida.

Mueve un ventilador aspas furiosas
                    y deshoja una Biblia.

Por el aire revuelan gemebundas
                    voces apocalípticas,

y rozan a las frentes pecadoras
                    alas de profecías.

La mejor bailarina, Magdalena,
                    se pone de rodillas.

Corren las ambulancias, con heridos
                    de muerte sin heridas.

En Wall Street banqueros puritanos
                    las escrituras firman

para comprar al río los reflejos
                    del cielo que está arriba.
Un hombre hay que se escapa, por milagro,
                    de tantas agonías.

No hace nada, no es nada, es Charlie Chaplin,
                    es este que te mira;

somos muchos, yo solo, centenares
                    las almas fugitivas

de Henry Ford, de Taylor, de la técnica,
                    los que nada fabrican

y emplean en las nubes vagabundas
                    ojos que no se alquilan.

No escucharán anuncios de la radio;
                    atienden la doctrina

que tú has ido pensando en tus profundos,
                    la que sale a tu orilla,

ola tras ola, espuma tras espuma,
y se entra por los ojos toda luz,
                    y ya nunca se olvida.
In this world, you live asleep like the dead
Distorted dreams through a prism unclean
The colors your see are not what they seem
How can you see with your eyes wide shut?

Kiss the demons at their feet
Praise them for their artful lies
Let them lull you back to sleep
Singing sweet dark lullabies

In mundo vivunt, somno velut mortui
A deformato per somnium inmundum carcer
See your colores non sunt quod videntur
Quomodo clausis oculis vestris wide?

Osculamini pedes eorum daemonum
Laus eorum est artificiosa
Ipsi vos ad somnum otium
Cantus dulcis tenebris lullabies

--Christian J. Clark
Most of the world exists beneath the surface.
William Jul 2017
Hoy quiero drogarme y cortarme
porque me gusta cómo se ve así
mi sangre, colorida.
Hoy quiero drogarme y que mi sangre me ahogue,
y que los alucinógenos te traigan de vuelta.
Hoy quiero ahorcarme con
mis sábanas sucias y vomitar
colores.
Hoy quisiera ver muchos
colores.

— The End —